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Recital de poemas de José Agustin Goytisolo

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viernes, 19 de octubre de 2012

JORGE GUILLÉN

Jorge Guillén


Jorge Guillén nació el 13 de enero de 1893, en Valladolid. Los estudios primarios los cursó en el Colegio de San Gregorio.

Viajó a Estrasburgo, con sólo dieciséis años, para estudiar francés. Posteriormente cursó estudios universitarios de Letras en la Universidad de Madrid y de Granada. Entre 1917 y 1920, fue lector de español en la Sorbona de París, sucediendo al poeta Pedro Salinas y fue allí donde comenzó a escribir poesía.

Hasta 1920 no comenzó a publicar y lo hizo en la revista La Pluma y, poco más tarde, en Revista de Occidente.

Regresó a España en 1923 y obtuvo la Cátedra de Literatura Española en la Universidad de Murcia en 1925.

Posteriormente, se trasladó a Oxford donde consiguió un doctorado y desde allí volvió para ser catedrático en la Universidad de Sevilla.

Después de comenzada la guerra civil, en agosto de 1936 fue encarcelado en Pamplona y aunque fue liberado, el Ministerio de Educación lo inhabilitó para el ejercicio de cualquier cargo público. Decidió exiliarse a Estados Unidos en 1938 y allí dio clases de literatura española en el Wellesley College desde 1940 a 1951.

Durante estos años del exilio murió su primera esposa con la que contrajo matrimonio en París, además de sufrir la pérdida de su entrañable amigo Pedro Salinas, poeta también adscrito a la Generación del 27.

En 1958 impartió un curso en la cátedra de Charles Elior Norton, de la Universidad de Harvard, clases que después compiló en su obra Lenguaje y Poesía.

Tres años más tarde, en 1961, contrajo nuevo matrimonio con Irene Mochi Sismondi.

Por el fallecimiento de Franco, en 1975, regresó a España y se instaló en Málaga, una vez ya jubilado de la docencia universitaria, procedente de Italia, país en el que había residido.

Años más tarde, en 1976, obtuvo el Premio Cervantes y, dos años después, también fue nombrado académico de honor de la Real Academia de la Lengua Española en 1978.

Falleció en Málaga en 6 de febrero de 1984.

.Su poesía está adscrita a la llamada Generación del 27 y su lírica ofrece una visión optimista y gozosa de la vida, del mundo y es considerada como “poesía pura” porque en ella no existe el menor atisbo de ornamentación modernista y se ofrece la palabra desnuda, depurada y unida a su significado con la mayor precisión. Precisamente, su preocupación por alcanzar la máxima pureza en la expresión, el mayor rigor, le hizo demorarse en la escritura de su primer libro, Cántico que se público por primera vez en 1928 y que fue ampliado sucesivamente hasta 1950.

La mejor demostración de su concepción de la poesía la ofrece el subtítulo de esa primera obra que es Fe de vida y que expresa el gozo apasionado ante la propia realidad de la existencia. Ese sentir entusiasta lo expresa, sin embargo, con un esmerado método estructurado y riguroso en la manifestación intelectual, por lo que se le compara con Paul Valery, a pesar de que este último autor ofrece un pesimismo radical en su obra que contrasta con el optimismo pletórico que ofrece la obra de Guillén. Toda imperfección en la creación del universo y del propio hombre es obviada, negada por la exaltación del poeta que encuentra motivos de celebración incluso en los aspectos más vulgares y anodinos de la existencia. La obra de Guillén se aúna a la idea de la poesía pura que había propugnado e iniciado Juan Ramón Jiménez.

Su trayectoria intelectual y poética estuvo marcada por su incesante actividad creativa. Colaboró en múltiples e importantes revistas literarias como son la ya citada La Pluma, Índice, Litoral, Revista de Occidente y otras muchas que sería prolijo reseñar.

Fue un gran crítico literario y teórico de la poesía, además de estudioso de la obra de varios de los principales poetas europeos y, además, tradujo el Cementerio Marino de Paul Valery, autor que ejerció, sin duda, una gran influencia en la obra posterior de Guillén, porque compartía con éste último la fe en la poesía pura que, según afirmaba, aquella es “lo que queda cuando al poema se le quita todo lo que no es poesía”.


Bibliografía y premios de Jorge Guillén

Jorge Guillén
BIBLIOGRAFÍA                                                                                                      

Cántico (75 poesías), M., Revista de Occidente, 1928.
Cántico (125 poesías), M., Cruz y Raya, 1936.
Cántico (270 poesías), México, Litoral, 1945.
Cántico (334 poesías), Bs. As., Sudamericana, 1950.
Huerto de Melibea, M., Ínsula, 1954.
Del amanecer y el despertar, Valladolid, 1956.
Clamor. Maremagnun, Bs. As., Sudamericana, 1957.
Lugar de Lázaro, Málaga, Col. A quien conmigo va, 1957.
Clamor... Que van a dar en la mar, Bs. As., Sudamericana, 1960.
Historia Natural, Palma de Mallorca, Papeles de Sons Armadans, 1960.
Las tentaciones de San Antonio Antonio, Florencia/Santander, Graf. Hermanos Bedia, 1962.
Según las horas, Puerto Rico, Editorial Universitaria, 1962.
Clamor. A la altura de las circunstancias, Bs. As., Sudamericana, 1963.
Homenaje. Reunión de vidas, Milán, All'Insegna del Pesce d'oro, 1967.
Aire nuestro: Cántico, Clamor, Homenaje, Milán, All'Insegna del Pesce d'oro, 1968.
Guirnalda civil, Cambridge, Halty Eferguson, 1970.
Al margen, M., Visor, 1972.
Y otros poemas, Bs. As., Muchnik, 1973.
Convivencia, M., Turner, 1975.
Final, B., Barral, 1981.
La expresión, Ferrol, Sociedad de Cultura Valle-Inclán, 1981.



PREMIOS
Premio Cervantes 1976.

FEDERICO GARCÍA LORCA


 por Ana Alejandre                                                                                          
Federico García Lorca

Nació el 5 de junio de 1898 en Fuente Vaqueros (Granada), hijo de Federico y Vicenta, siendo su madre su primera maestra que le enseña a leer y escribir. Es el mayor de cuatro hermanos. A los dos años tiene una serie de problemas locomotrices, lo que le provoca una cierta incapacidad de movimiento en una de las piernas.

Desde niño aprendió canciones populares y se sintió desde muy temprano muy interesado por la literatura romántica y clásica. Ello también le llevó a aficionarse al teatro, por lo que montaba y representaba para su familia y amigos, sobre todo se sentía interesado por los títeres y marionetas.

Comienza sus estudios de bachillerato en Almería y también sus primeros estudios de música (piano y guitarra).



Posteriormente ingresa en la Universidad de Granada donde se matricula en Derecho y en Filosofía y Letras que era la carrera que verdaderamente le despertaba interés, además de las artes plásticas y la poesía. Por entonces era un empedernido lector de los escritores románticos españoles del siglo XIX y de los modernos de Latinoamérica, así como de los escritores simbolistas franceses, Shakespeare, el teatro clásico grecolatino y español.

En 1916 y 1917 Lorca realiza varios viajes de estudios con su profesor y varios compañeros por España. Fue entonces cuando conoce a Antonio Machado en Baeza y de dicho viaje nace su primer libro Impresiones y paisajes que publica en 1918, en el que plasma en prosa lírica las sensaciones y vivencias de sus cuatro viajes por territorio español.

A raíz de la muerte de su profesor de música, don Antonio Segura Mesa, en 1916, pierde
 completamente el interés por la música y se inclina por la poesía, y de cuya etapa algunos de sus primeros poemas son publicados en su primer poemario Libro de Poemas, en 1921.Es 1919 un año decisivo en su trayectoria literaria, porque en ese año se traslada a Madrid e ingresa en la Residencia de Estudiantes en la que estuvo hasta 1928. En ella conoce a personajes de la talla intelectual y artística como son Luís Buñuel, Salvador Dalí, Emilio Prados, Pedro Salinas, Pepín Bello y otros. Además se matricula en la Facultad de Filosofía y Letras, pero no asiste casi nunca a las clases. En 1920 estrena en el teatro Eslava de Madrid El maleficio de la mariposa, constituyendo un sonoro fracaso. Al año siguiente, publica Libro de Poemas que inaugura su trayectoria poética. En 1922, en el Centro Artístico de Granada lee su conferencia El Cante Jondo y comienza a escribir la tragicomedia titulada Don Cristóbal y la señá Rosita. Además, en colaboración con Manuel Falla, representó una pieza teatral de marionetas para niños en Granada, en 1923. Ese mismo año conoció a Salvador Dalí en la Residencia de Estudiantes y en ese tiempo empezó a escribir sus nuevos poemarios Suites y Canciones, volviendo a colaborar con Falla de nuevo en la preparación de una ópera, además de empezar a escribir una de sus obras más emblemáticas: Romancero gitano.En 1925 finaliza la escritura de Mariana Pineda y al año siguiente continua con sus viajes y excursiones, especialmente por las Alpujarras, acompañado por Manuel de Falla. Por esos años, su familia compra la Huerta de San Vicente, en la hermosa vega granadina, y es allí donde se traslada a pasar muchas y largas temporadas. Fue por entonces cuando la Revista de Occidente publica su Oda a Salvador Dalí y realiza una lectura de sus poemas contenidos en sus obras Suites, Canciones, Cante Jondo y Romancero gitano, que estaban en plena corrección por parte de su autor.
En 1926, Lorca participa en la conferencia en homenaje al ilustre poeta del Siglo de Oro, Luís de Góngora. De esta conferencia surge el nombre que definiría el estilo de los poetas y músicos que se expresaban en sus respectivas obras con una mezcla del vanguardismo y lo tradicional y que fue denominado “Generación del 27.”.

En 1927 escribe Soledad, en homenaje a Luís de Góngora (inspirándose en el título en la obra más importante de éste titulada Soledades). Se publica en este año también su obra Canciones y también se estrena en Barcelona en dicho año una obra teatral fechada en 1923, titulada Mariana Pineda, interpretada por la famosa actriz Margarita Xirgu y con el diseño de telón de Salvador Dalí.

Romancero gitano fue publicado en 1928 que obtuvo un resonante éxito, pero no consiguió la aceptación, sin embargo, de muchos de sus colaboradores habituales que hicieron feroces críticas a dicha obra, especialmente Salvador Dalí, lo que produjo la ruptura de los dos artistas y amigos. En este mismo año, Lorca, junto a un grupo de intelectuales granadinos a los que dirige el poeta, funda la revista Gallo, de la que se publican solamente dos números.

Su trayectoria como dramaturgo continúa y escribe nuevas obras como la farsa Amor de don Perlimplim con Belisa en su jardín que fue prohibida por la censura de la Dictadura de Primo de Rivera, en 1929, quizás porque el protagonista se parecía demasiado al dictador Primo de Rivera o por su subtítulo Aleluya erótica. Fue en junio de dicho año, bajo una gran depresión que le ocasionó sus múltiples fracasos literarios y sentimentales, emprendió viaje hacia Nueva York, aconsejado y ayudado por su antiguo profesor de la Facultad de Derecho de Granada. Allí se matricula en la Universidad de Columbia y asiste a multitud de representaciones teatrales, va asiduamente al cine, a los museos y conoce y se hace un apasionado del jazz. Va a Vermont en el verano, invitado por Philips Cummings y a Catskill Mountains, con Angel del Río. Regresa a Nueva York y se instala en el John Jay Hall de la Universidad de Columbia, lugar en el que seguirá hasta principios de 1930. Es entonces cuando empieza a escribir su poemario Poeta en Nueva York y escribe el gaón de Viaje a la Luna y también escribe textos de teatro que él mismo califica de “teatro imposible”., definición que hace referencia a su carácter excesivamente vanguardista, innovador y surrealista lo que imposibilita su puesta en escena. Este período creativo es el que está marcado profundamente por su crisis existencial, literaria y se perfila con claridad su condición homosexual.

Mientras, en España se producen importantes cambios políticos y sociales que son favorables para Lorca en su calidad de autor teatral. Es por ello, que el Ministerio de Cultura e Información Pública apoyó la creación del grupo de teatro ambulante universitario La Barraca, dirigido por Lorca junto a Eduardo Ugarte. Este grupo teatral se desplaza hacia zonas rurales a las que el teatro comercial no llegaba y en ellas representaba adaptaciones de obras clásicas del Siglo de Oro, en un intento de llevar la cultura y el arte hasta zonas marginadas y deprimidas. Con este grupo teatral representó trece obras de teatro en más de setenta localidades en período comprendido entre 1932 y 1936.

Escribió en esta etapa de su vida Bodas de Sangre, lo que supuso un éxito clamoroso que le otorgó a Lorca fama internacional y unos beneficios económicos cuantiosos. Esta obra fue representada en Argentina y Méjico y de ella se hicieron traducciones al inglés, francés y ruso para ser representada, posteriormente, en Nueva York, París y Moscú en años siguientes.
En el período de tiempo de 1933 a 1934, consigue un triunfo clamoroso en Argentina y Uruguay, países a los que visita. Es en Buenos Aires donde asiste a las representaciones de Mariana Pineda, Bodas de Sangre, que alcanza más de cien representaciones, y la Zapatera prodigiosa. Es entonces cuando conoce a Pablo Neruda.

Publica Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, en honor de, su amigo, intelectual y torero que fallece en la plaza de toros de Manzanares, Ciudad Real. También en ese año se produce el estreno de Yerma, obra que le supuso otro éxito clamoroso, interpretado por la compañía de Margarita Xirgu.

Es en 1936 cuando finaliza la última de las tres tragedias rurales escritas por Lorca, que es la ya mítica La casa de Bernarda Alba, cuya figura femenina se puede considerar la más emblemática de las creadas por este poeta y dramaturgo.

El 18 de julio de 1936 se produjo el alzamiento militar con el Gobierno de la República. El 9 de agosto del mismo año, amenazado y temeroso, García Lorca se traslada a la casa del poeta Luís Rosales, porque era buen amigo de dicha familia. El 16 de agosto fue detenido por el ex diputado de la CEDA, Ramón Ruíz Alonso y llevado al Gobierno Civil. Los indicios apuntan a que la denuncia contra García Lorca partió del propio Ruíz Alonso, quien fue el autor de su redacción junto a otros miembros de la CEDA en Granada. Dicha denuncia señalaba como motivos de la detención del poeta su apoyo al Frente Popular, su amistad con Fernández de los Ríos y su carácter de homosexual.
Aunque aún se desconoce la fecha en la que se produjo la muerte del poeta, se considera probable que sucediera en la madrugada del 18 al 19 de agosto de 1936, cuando sólo contaba 38 años y tenía una gran obra inédita y aún por terminar, entre ella Odas, Poemas en prosa y Sonetos..

Por su trágica muerte, Lorca no pudo cumplir su deseo de trasladarse a Buenos Aires para entregarle el manuscrito de La casa de Bernarda alba a Margarita Xirgu que pensaba representarla en Buenos Aires en octubre de dicho año. No se estrenó en dicha ciudad hasta 1945 y en España no representó por primera vez hasta 1964.

Federico García Lorca es el poeta español más leído de todos los tiempos y la figura literaria más objeto de estudio, análisis y admiración de la literatura española del siglo XX Los temas que predominan en toda su obra gira sobre la muerte, el destino trágico y el sexo que son expresados mediante la belleza lírica de su obra, utilizando todos los estilos poéticos, especialmente el romance.

Este genial poeta siempre buscó de manera constante el significado de lo universal a través de lo singular y, por ello, sus personajes tanto en el teatro como en la prosa o el poema siempre están circunscritos a situaciones y circunstancias muy definidas, porque eso le servía para analizar la condición humana a través de las historias de sus personajes que siempre estaban marcados por la fuerza de un destino trágico.


jueves, 18 de octubre de 2012

Poemas de Jorge Guillen




CIMA DE LA DELICIA


¡Cima de la delicia! 
Todo en el aire es pájaro. 
Se cierne lo inmediato 
Resuelto en lejanía. 

¡Hueste de esbeltas fuerzas! 
¡Qué alacridad de mozo 
En el espacio airoso, 
Henchido de presencia! 

El mundo tiene cándida 
Profundidad de espejo. 
Las más claras distancias 
Sueñan lo verdadero. 
, poeta
¡Dulzura de los años 
Irreparables! ¡Bodas 
Tardías con la historia 
Que desamé a diario! 

Más, todavía más. 
Hacia el sol, en volandas 
La plenitud se escapa. 
¡Ya sólo sé cantar!

Cántico (1919-1950)


DESNUDO

Blancos, rosas... Azules casi en veta, 
retraídos, mentales. 
Puntos de luz latente dan señales 
de una sombra secreta. 

Pero el color, infiel a la penumbra, 
se consolida en masa. 
Yacente en el verano de la casa, 
una forma se alumbra. 

Claridad aguzada entre perfiles, 
de tan puros tranquilos 
que cortan y aniquilan con sus filos 
las confusiones viles. 


Desnuda está la carne. Su evidencia 
se resuelve en reposo. 

Monotonía justa: prodigioso 
colmo de la presencia. 

¡Plenitud inmediata, sin ambiente, 
del cuerpo femenino!


Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino? 
¡Oh absoluto presente!

Cántico (1928-1950)

EN PLENITUD

Después de aquella ventura 
Gozada, y no por suerte 
Ni error —mi sino es quererte, 
Ventura, como madura


Realidad que me satura 
Si de veras soy— después 
De la ráfaga en la mies 
Que ondeó, que se rindió, 

Nunca el alma dice: no. 
¿Qué es ventura? Lo que es.

Cántico (1928-1950)


ESTATUA ECUESTRE

Permanece el trote aquí, 
Entre su arranque y mi mano. 
Bien ceñida queda así 
Su intención de ser lejano. 

Porque voy en un corcel 
A la maravilla fiel: 
Inmóvil con todo brío.


¡Y a fuerza de cuánta calma 
Tengo en bronce toda el alma, 
Clara en el cielo del frío!

Cántico (1919-1950) 


LOS AIRES


¡Damas altas, calandrias!

Junten su elevación 
algazara y montaña, 
todavía crecientes 
gracias a la mañana 
trémula del rocío, 
tan cándida y sin tasa, 
bajo el cielo inventor 
de distancias, de fábulas. 

¡Libertad de la luz, 
damas altas, calandrias, 
lo rubio, lo ascendente!


Sean así la traza, 
tan simple aún, clarísima, 
de las profundas Nadas 
gozosas de los aires, 
con un alma inmediata, 
sí, visible, total, 
¡ah!, para la mirada 
de los siempre amadores 
¡Damas altas, calandrias

Cántico (1928-1950)


LOS JARDINES

Tiempo en profundidad: está en jardines. 
Mira cómo se posa. Ya se ahonda. 

Ya es tuyo su interior. ¡Qué trasparencia 
de muchas tardes, para siempre juntas! 

Sí, tu niñez: ya fábula de fuentes.

Cántico (1919-1950)


LOS NOMBRES

Albor. El horizonte 
entreabre sus pestañas, 
y empieza a ver. ¿Qué? Nombres. 

Están sobre la pátina 
de las cosas. La rosa 
se llama todavía

hoy rosa, y la memoria 
de su tránsito, prisa. 
Prisa de vivir más.


A lo largo amor nos alce 
esa pujanza agraz 
del Instante, tan ágil 
que en llegando a su meta 
corre a imponer Después. 
Alerta, alerta, alerta, 
yo seré, yo seré. 

¿Y las rosas? Pestañas 
cerradas: horizonte 
final. ¿Acaso nada? 
Pero quedan los nombres.

Cántico (1928-1950)


MÁS VERDAD

Sí, más verdad, 
Objeto de mi gana. 
Jamás, jamás engaños escogidos. 

¿Yo escojo? Yo recojo 
La verdad impaciente, 
Esa verdad que espera a mi palabra. 

¿Cumbre? Sí, cumbre 
Dulcemente continua hasta los valles: 
Un rugoso relieve entre relieves. 
Todo me asombra junto. 

Y la verdad 
Hacia mí se abalanza, me atropella. 

Más sol, 
Venga ese mundo soleado, 
Superior al deseo 
Del fuerte, 
Venga más sol feroz. 

¡Más, más verdad!

Cántico (1919-1950) 


MUERTE A LO LEJOs
Je soutenais l'éclat de la mort toute pure.

VALÉRY

Alguna vez me angustia una certeza, 
Y ante mí se estremece mi futuro.


Acechándolo está de pronto un muro 
Del arrabal final en que tropieza 
La luz del campo. ¿Mas habrá tristeza 
Si la desnuda el sol? No, no hay apuro 
Todavía. Lo urgente es el maduro 
Fruto. La mano ya lo descorteza. 

...Y un día entre los días el más triste 
Será. Tenderse deberá la mano 
Sin afán. Y acatando el inminente 
Poder diré sin lágrimas: embiste, 
Justa fatalidad. El muro cano 
Va a imponerme su ley, no su accidente.

Cántico (1928-1950) 


PERFECCIÓN

Queda curvo el firmamento, 
Compacto azul, sobre el día.


Es el redondeamiento 
Del esplendor: mediodía. 

Todo es cúpula. Reposa, 
Central sin querer, la rosa,

A un sol en cénit sujeta. 
Y tanto se da el presente

Que al pie caminante siente 
La integridad del planeta.

Cántico (1928-1950)


TARDE MAYOR

Libre nací y en libertad me fundo.
CERVANTES

Tostada cima de una madurez, 
Esplendiendo la tarde con su espíritu 
Visible nos envuelve en mocedad. 

Así te yergues tú, para mis ojos 
Forma en sosiego de ese resplandor, 
Trasluz seguro de la luz versátil. 

Si aquellas nubes tiemblan a merced, 
Un día, de un estrépito enemigo, 
Mescolanza de súbito voraz, 
Oscurecidos y desordenados 
Penaremos también. Y no habrá alud 
Que nos alcance en la ternura nuestra. 

Esos árboles próceres se ahíncan 
Dedicando sus troncos al cénit, 
A un cielo sin crepúsculos de crimen. 

Si tal fronda perece fulminada, 
Rumoroso otra vez igual verdor 
Se alzará en el olvido del tirano. 

Y pasará el camión de los feroces. 
Castaños sin Historia arrojarán 
Su florecilla al suelo —blanquecino.


Un ámbito de tarde en perfección 
Tan desarmada humildemente opone, 
Por fin venciendo, su fragilidad 

A ese desbarajuste sólo humano 
Que a golpes lucha contra el mismo azul 
Impasible, feroz también, profundo. 

Fugaz la Historia, vano el destructor. 
Resplandece la tarde. Yo contigo. 

Eterna al sol la brisa juvenil.

Cántico (1928-1950)

LA SANGRE AL RÍO

Llegó la sangre al río.


Todos los ríos eran una sangre, 
Y por las carreteras 
De soleado polvo 
—O de luna olivácea— 
Corría en río sangre ya fangosa 
Y en las alcantarillas invisibles 

El sangriento caudal era humillado 
Por las heces de todos. 

Entre las sangres todos siempre juntos, 
Juntos formaban una red de miedo. 
También demacra el miedo al que asesina, 
Y el aterrado rostro palidece, 
Frente a la cal de la pared postrera, 
Como el semblante de quien es tan puro 
Que mata. 

Encrespándose en viento el crimen sopla. 
Lo sienten las espigas de los trigos, 
Lo barruntan los pájaros, 
No deja respirar al transeúnte 
Ni al todavía oculto, 
No hay pecho que no ahogue: 
Blanco posible de posible bala. 

Innúmeros, los muertos, 
Crujen triunfantes odios 
De los aún, aún supervivientes.


A través de las llamas 
Se ven fulgir quimeras, 
Y hacia un mortal vacío 
Clamando van dolores tras dolores. 

Convencidos, solemnes si son jueces 
Según terror con cara de justicia, 
En baraúnda de misión y crimen 
Se arrojan muchos a la gran hoguera 
Que aviva con tal saña el mismo viento, 
Y arde por fin el viento bajo un humo 
Sin sentido quizá para las nubes. 
¿Sin sentido? Jamás. 

No es absurdo jamás horror tan grave. 
Por entre los vaivenes de sucesos 
—Abnegados, sublimes, tenebrosos, 
Feroces— 
La crisis vocifera su palabra 
De mentira o verdad, 

Y su ruta va abriéndose la Historia, 
Allí mayor, hacia el futuro ignoto, 
Que aguardan la esperanza, la conciencia 
De tantas, tantas vidas.

Clamor - A la altura de las circunstancias (1963)



ARS VIVIENDI

Presentes sucesiones de difuntos

QUEVEDO

Pasa el tiempo y suspiro porque paso, 
aunque yo quede en mí, que sabe y cuenta, 
y no con el reloj, su marcha lenta 
—nunca es la mía— bajo el cielo raso. 

Calculo, sé, suspiro —no soy caso 
de excepción— y a esta altura, los setenta, 
mi afán del día no se desalienta, 
a pesar de ser frágil lo que amaso. 

Ay, Dios mío, me sé mortal de veras. 
Pero mortalidad no es el instante 
que al fin me privará de mi corriente. 


Estas horas no son las postrimeras, 
y mientras haya vida por delante, 
serás mis sucesiones de viviente.

Clamor (1960) Que van a dar a la mar 





FUERA DEL MUNDO 



Cuanto nosotros somos y tenemos 
Forma un curso que va a su desenlace: 
La pérdida total. 

No es un fracaso. 
Es el término justo de una Historia, 
Historia sabiamente organizada. 

Si naces, morirás. ¿De qué te quejas? 
Sean los dioses, ellos, inmortales. 


Natural que, por fin, decline y me consuma. 
Haya muerte serena entre los míos. 
Algún día —¿tal vez penosamente?— 
Me moriré, tranquilo, sosegado. 

No me despertaré por la mañana 
Ni por la tarde. ¿Nunca? 
¿Monstruo sin cuerpo yo? 

Se cumpla el orden. 
No te entristezca el muerto solitario. 

En esa soledad no está, no existe. 
Nadie en los cementerios. 
¡Qué solas se quedan las tumbas!

Final (1981)


INFERNO

Ma tu perché ritorni a tanta noia?
Dice Virgilio a Dante, "Inferno", I, 76.

Los destructores siempre van delante, 
Cada día con más poder y saña, 
Sin enemigo ya que los espante. 

Triunfa el secuestro con olor de hazaña, 
Que pone en haz la hez del bicho humano. 

Ni el más iluso al fin la historia engaña. 
El infierno al alcance de la mano.

Final (1981) 



 


lunes, 9 de julio de 2012

MIGUEL HERNÁNDEZ


Miguel Hernández
por AnaAlejandre


            Miguel Hernández Gilabert, nació en Orihuela (Alicante), el 30 de octubre de 1910. Hijo de un pastor y una ama de casa, es el tercero de cuatro hermanos. Desde los siete años ayuda a su hermano mayor en las labores de pastoreo y aprende ese oficio, pero hasta los nueve años no comienza a asistir a la escuela. Fue en el curso de 1924-25 cuando conoció a su compañero de clases, Ramón Sijé, que más tarde sería su gran amigo.
Desde muy pronto se pone de manifiesto el interés por la lectura y los estudios de Miguel Hernández, por lo que consigue excelentes calificaciones. En 1925, se ve obligado a abandonar sus estudios por la grave situación económica que atraviesa su familia, por lo que su padre le requiere para atender el ganado; pero a pesar de esos obstáculos en su formación estudiantil, Miguel aprovecha sus largas horas de pastoreos en el monte para proseguir con sus estudios entre el silencio y la compañía de las cabras y ovejas. Es en esa época cuando comienza a ser un lector empedernido, para lo que utiliza el fondo bibliográfico del sacerdote y canónigo de la catedral oriolana. De esa forma, empieza a leer con fruición a los principales autores clásicos de lengua española y las traducciones de escritores clásicos griegos y latinos. En entonces cuando empieza a manifestarse su gran afición al teatro, por lo que comienza a leer la colección teatral “la Farsa” y forma un grupo teatral con algunos de sus amigos. Así consigue representar diversos papeles en actuaciones en diversos lugares de la localidad natal.


            A partir de 1925 empieza a escribir poesías. Se inspira en lo que tiene en su entorno: su casa, la huerta, la montaña, las cabras, el río, la vida campestre y todo lo relacionado con la Naturaleza. En esa época tiene que escribir a escondidas de su padre que no ve con buenos ojos los intentos poéticos de su hijo a los que considera una pura rareza. Consigue que algunos diarios locales y provinciales le publiquen sus primeros poemas. El primero de ellos es Pastoril, que fue publicado en el periódico local “El Pueblo de Orihuela”. Esto le abrirá las puertas de otras colaboraciones en la prensa provincial., por lo que van apareciendo otros poemas en otras publicaciones como “Voluntad”” , “La Verdad”, “Actualidad, “El día”, “Destellos” y otros muchos. Estos primeros poemas son aún de un estilo en el que se aprecian todas las influencias recibidas a través de la lectura, pero que le sirven al joven poeta para ir decantando su estilo personal y propio que alcanzará un poco después. En estos años se forma el conocido como “Grupo de Orihuela”, cuyos miembros son el propio Hernández, Ramón Sijé, Carlos Fenoll. Se reúnen al terminar la jornada laboral en la tahona propiedad del padre de Carlos Fenoll.
En 1931 viaja por primera vez a Madrid, pero regresa a Orihuela decepcionado por no encontrar el apoyo y reconocimiento esperado. En su tierra natal participa en un homenaje a Gabriel Miró. En 1933 aparece su primer libro “Perito en lunas”. Al siguiente, viaja de nuevo a Madrid que le acoge con más entusiasmo que en la primera ocasión. En la revista ” Cruz y Raya” se publica su auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras. En Madrid conoce y trata a conocidos poetas como Alberti, Rosales, Neruda y Aleixandre. En el verano de se año formaliza su noviazgo con Josefina Manresa, a su regreso a Orihuela.

            Regresa a Madrid en 1934 cuando ya ha comenzado a escribir el drama El torero más valiente, vuelve a Madrid y tiene posibilidad de introducirse más en el ambiente literario madrileño. En 1935 colabora en las Misiones Pedagógicas y también comienza a trabajar en la encicl opedia “Los Toros”, con José María Cossío. Posteriormente, escribe el drama Los hijos de la piedra. En diciembre de 1935 sufre la pérdida de su amigo Ramón Sijé. En el año siguiente publica su Elegía, que está dedicada a su amigo fallecido, Ramón Sijé y también se publica su nuevo poemario El rayo que no cesa y finaliza su obra teatral El labrador del aire. Es en este año cuando se incorpora al Ejército Popular de laRepública y es nombrado Comisario de Cultura.
Es en 1937 cuando lo destinan a Andalucía al “Altavoz del Frente”. En marzo de ese mismo año se casa con su Josefina Manresa y participa en el II congreso Internacional de Intelectuales en Defensa de la Cultura, celebrado en Valencia. Más tarde, realiza un viaje a la URSS como miembro de una delegación española enviada por el Ministerio de Instrucción Pública con motivo del V Festival de Teatro Soviético. Este año es muy prolífico en la obra de este poeta pues aparecen publicados nuevos poemarios y dramas Viento del pueblo, Teatro en la guerray El Labrador de más aire. También en su vida personal se ve gratificado por el nacimiento de su primer hijo en diciembre del mismo año. Sin embargo, en marzo de 1938 muere su hijo y ese drama le inspira un nuevo poemario Cancionero y romancero de ausencias y también escribe el drama Pastor de la muerte.

            Su segundo hijo nace en 1939, y poco después, en abril del mismo año, el general Franco declara el fin de la guerra. El poeta intenta exiliarse de España y se dirige hacia Portugal
Pero es capturado por la policía portuguesa que lo entrega a la Guardia Civil fronteriza. Pasa por varias cárceles de Andalucía y es en la prisión de Torrijos de Madrid donde escribe las famosas Nanas de la cebolla. Después de ser liberado de forma imprevista, lo detienen de nuevo en Orihuela y es trasladado en 1940 a la prisión de Conde de Toreno de Madrid. Aunque es condenado a la perna de muerte la condena es conmutada por la de 30 años de prisión. Es trasladado a la prisión de Palencia en septiembre de ese año y en noviembre al penal de Ocaña., pero tampoco es su prisión última porque en 1941 es trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante en donde se le diagnostica una grave afección pulmonar que después se le agrava con tuberculosis .



Fallece en 1942, con 31 años de edad, en la enfermería de dicha prisión y es enterrado en Alicante. 


Comentarios sobre su obra

            El estilo de Miguel Hernández es ecléctico porque recibe las influencias del barroquismo de Góngora, tanto del propio escritor a travès de sus obras, como de los gongoristas posteriores: Alberti y Gerardo Diego,con los que mantuvo una cierta amistad, influencias que se pueden observar en su obra Perito en lunas; así como también se advierten la desazón y el trágico sentir de Quevedo y Garcilaso en obras como El rayo que no cesa. Igualmente, la influencia ascética de Calderón se puede comprobar en Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras. También es notable la influencia surrealista en las odas a Aleixandre y Neruda y en otros poemas, como la mayoría de los componentes de la llamada Generación del 27 en la que se le encuadra, aunque no sea óbice para tener nexos de unión con la llamada Generación del 36, por su participación en los movimientos reivindicativos de la clase obrera, con los que se siente tan unido y que le despierta, en todo su desgarramiento, la guerra que asola a España.
La importancia de Miguel Hernández dentro del panorama poético español es de gran altura, porque su influencia se deja sentir en la generación de poetas de la posguerra, sobre todo su obra desde 1938 a 1940, que sirve de referente a la generación de jóvenes que sobreviven a la guerra y que necesitan la voz profunda y lírica del poeta que les habla de los mismos sufrimientos que ellos experimentaron, desde el dolor y el lúcido conocimiento que le da a Miguel Hernández sus muchas desgracias e injusticias sufridas que lo convierten en el adalid de la siguiente generación que lleva como estandarte muchos de sus poemas , muchos de ellos trasladados a las canciones de cantautores famosos, lo que demuestra la influencia que su poesía ha tenido en sus coetáneos y en las generaciones posteriores.



Miguel Hernández

Bilbiografía y enlaces de Miguel Hernández

Poesía

Perito en lunas
. Ed. La Verdad, colección Sudeste. Murcia, 1933

El rayo que no cesa. Héroe. Madrid, 1936

Viento del pueblo. Socorro Rojo Internacional. Valencia, 1937

El hombre acechaSubsecretaría de propaganda. Valencia, 1939

Cancionero y romancero de ausencia. (Publicada post mortem). Edit.Lautaro. Buenos Aires, 1958

Teatro

Quien te ha visto y quien te ve y sombra de lo que eras
. (Auto sacramental). Revista Cruz y raya, nº 16 a 18. Madrid, 1934

El torero más valiente. Revista El gallo crisis, nº 3-4. Orihuela, 1934

El labrador de más aireNuestro Pueblo. Valencia, 1937

Teatro en la guerra. Nuestro Pueblo. Valencia, 1937



Obras Completas y Antologías
(por orden cronológico)

Antología comentada de Miguel Hernández. Tomo I Poesía (edición de Francisco Esteve). Tomo II. Prosa (edición de Jesucristo Riquelme). Ediciones de la Torre. Madrid, 2002

Antología poética. (Edic. de José Luis Ferris). Espasa. Madrid, 2000

Antología poética. (Edic. de José Luis Puerto). EDAF. Madrid, 1999

Antología poética. Memoria de sol. (Edic. de J.Riquelme). Aguaclara. Alicante, 1994

Antología poética. (Edic. de A. Sánchez Vidal). Vicens Vives. Barcelona, 1993

La savia sin otoño. Antología poética.(Edic. de L. de Luis).Circulo de Lectores,1992

Obra completa. Tomo I. Poesía.- Tomo II. Teatro, prosas, correspondencia. Edición crítica de Agustín Sánchez Vidal y José Carlos Rovira con la colaboración de Carmen Alemany. Espasa-Calpe. Madrid, 1992

El hombre acecha. (Edic. de Juan Cano Ballesta). Cátedra. Madrid, 1991

Viento del pueblo (Edic. de Juan Cano Ballesta). Cátedra. Madrid, 1989

El rayo que no cesa (Edic. de Juan Cano Ballesta). Cátedra. Madrid, 1988

El hombre acecha. Cancionero y romancero de ausencias (Edic. de L.de Luis y Jorge Urrutia). Cátedra. Madrid, 1984

Miguel Hernández para niños. (Edic. de Francisco Esteve). Edic.La Torre.Madrid,1979

Poesias completas. (Edic. de A.Sánchez Vidal). Aguilar. Madrid, 1979

Perito en lunas. El rayo que no cesa. (Edic.de A.Sánchez). Alhambra.Madrid, 1976

Obra poética completa.(Edic.de L.de Luis y Jorge Urrutia). Zero-Zyx.Madrid,1976

Cancionero y romancero de ausencias de M.Hernández. (Edic.de J.Carlos Rovira.) I.E.A.Alicante, 1976

Poemas de amor. (Edic. de Leopoldo de Luís). Alianza. Madrid, 1974

Obras completas. (Edic. de Elvio Romero). Losada. Buenos Aires, 1960

Obra escogida (Edic. de Arturo del Hoyo). Aguilar. Madrid, 1952



Obras sobre Miguel Hernández (en español)

(Se relacionan a continuación algunas obras sobre este poeta que, aunque no son las únicas por la abundancia de títulos sobre él, si son especialmente interesantes).

Cuatro poetas en guerra (Antonio Machado, Juan Raón Jiménez, Federico García Lorca, Miguel Hernández) de Ian Gibson, Planeta, 2007 (Obra fundamental).

Miguel Hernández, Pasiones, cárcel y muerte de un poeta, de José Luís Ferris, Temas de Hoy.

Miguel Hernández, Pasión y Elegía, de Arcadio López Casanova, Grupo Anaya, 1993

Aproximaciones a la obra de Miguel Hernández, de Leopoldo de Luís, Libertarias-Prodhufi, 1994.






Poemas de Miguel Hernández


Miguel Hernández
AL DERRAMAR TU VOZ SU MANSEDUMBRE
Al derramar tu voz su mansedumbre
de miel bocal, y al puro bamboleo,
en mis terrestres manos el deseo
sus rosas pone al fuego de costumbre.

Exasperado llego hasta la cumbre
de tu pecho de isla, y lo rodeo
de un ambicioso mar y un pataleo
de exasperados pétalos de lumbre.

Pero tú te defiendes con murallas
de mis alteraciones codiciosas
de sumergirte en tierras y océanos.

Por piedra pura, indiferente, callas:
callar de piedra, que otras y otras rosas
me pones y me pones en las manos.

El rayo que no cesa (1934-1935)


BESARSE, MUJER 

Besarse, mujer,
al sol, es besarnos
en toda la vida.
Asciende los labios,
eléctricamente
vibrantes de rayos,
con todo el furor
de un sol entre cuatro.

Besarse a la luna,
mujer, es besarnos
en toda la muerte:
descienden los labios,
con toda la luna
pidiendo su ocaso,
del labio de arriba,
del labio de abajo,
gastada y helada
y en cuatro pedazos.

Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941


ACEITUNEROS

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.

Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?

Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.

No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.

Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.

¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?

Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.

Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.

Viento del pueblo (1936-1937)


ELEGÍA PRIMERA

(A Federico García Lorca, poeta).

Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas,
y en traje de cañón, las parameras
donde cultiva el hombre raíces y esperanzas,
y llueve sal, y esparce calaveras.

Verdura de las eras,
¿qué tiempo prevalece la alegría?
El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas
y hace brotar la sombra más sombría.

El dolor y su manto
vienen una vez más a nuestro encuentro.
Y una vez más al callejón del llanto
lluviosamente entro.

Siempre me veo dentro
de esta sombra de acíbar revocada,
amasado con ojos y bordones,
que un candil de agonía tiene puesto a la entrada
y un rabioso collar de corazones.

Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada
del agua, del sollozo,
del corazón quisiera:
donde nadie me viera la voz ni la mirada,
ni restos de mis lágrimas me viera.

Entro despacio, se me cae la frente
despacio, el corazón se me desgarra
despacio, y despaciosa y negramente
vuelvo a llorar al pie de una guitarra.

Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.

Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.

¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.

Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.

Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.

Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.

Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.

¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.

Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.

Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.

Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.

Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.

No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.

Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.

Pero el silencio puede más que tanto instrumento.

Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.

Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.

Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.

Viento del pueblo (1936-1937)


ANTES DEL ODIO

Beso soy, sombra con sombra.
Beso, dolor con dolor,
por haberme enamorado,
corazón sin corazón,
de las cosas, del aliento
sin sombra de la creación.
Sed con agua en la distancia,
pero sed alrededor.

Corazón en una copa
donde me lo bebo yo
y no se lo bebe nadie,
nadie sabe su sabor.
Odio, vida: ¡cuánto odio
sólo por amor!

No es posible acariciarte
con las manos que me dio
el fuego de más deseo,
el ansia de más ardor.
Varias alas, varios vuelos
abaten en ellas hoy
hierros que cercan las venas
y las muerden con rencor.
Por amor, vida, abatido,
pájaro sin remisión.
Sólo por amor odiado,
sólo por amor.

Amor, tu bóveda arriba
y no abajo siempre, amor,
sin otra luz que estas ansias,
sin otra iluminación.
Mírame aquí encadenado,
escupido, sin calor,
a los pies de la tiniebla
más súbita, más feroz,
comiendo pan y cuchillo
como buen trabajador
y a veces cuchillo sólo,
sólo por amor.

Todo lo que significa
golondrinas, ascensión,
claridad, anchura, aire,
decidido espacio, sol,
horizonte aleteante,
sepultado en un rincón.
Esperanza, mar, desierto,
sangre, monte rodador:
libertades de mi alma
clamorosas de pasión,
desfilando por mi cuerpo,
donde no se quedan, no,
pero donde se despliegan,
sólo por amor.

Porque dentro de la triste
guirnalda del eslabón,
del sabor a carcelero
constante, y a paredón,
y a precipicio en acecho,
alto, alegre, libre soy.
Alto, alegre, libre, libre,
sólo por amor.

No, no hay cárcel para el hombre.
No podrán atarme, no.
Este mundo de cadenas
me es pequeño y exterior.
¿Quién encierra una sonrisa?
¿Quién amuralla una voz?
A lo lejos tú, más sola
que la muerte, la una y yo.
A lo lejos tú, sintiendo
en tus brazos mi prisión,
en tus brazos donde late
la libertad de los dos.
Libre soy. Siénteme libre.
Sólo por amor.

Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)


LA BOCA

Boca que arrastra mi boca:
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.

Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.
Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos fúlgidos aletazos.
El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.

Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.
Astro que tiene tu boca
enmudecido y cerrado
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.

Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.

¡Cuánta boca enterrada,
sin boca, desenterramos!

Beso en tu boca por ellos,
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos, recuerdos,
besos distantes y amargos.

Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.

He de volverte a besar,
he de volver, hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos y enamorados.

Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios.

Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)


CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,

e doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

Viento del pueblo (1936-1937)


CANCIÓN PRIMERA

Se ha retirado el campo
al ver abalanzarse
crispadamente al hombre.

¡Qué abismo entre el olivo
y el hombre se descubre!

El animal que canta:
el animal que puede
llorar y echar raíces,
rememoró sus garras.

Garras que revestía
de suavidad y flores,
pero que, al fin, desnuda
en toda su crueldad.

Crepitan en mis manos.
Aparta de ellas, hijo.
Estoy dispuesto a hundirlas,
dispuesto a proyectarlas
sobre tu carne leve.

He regresado al tigre.
Aparta, o te destrozo.

Hoy el amor es muerte,
y el hombre acecha al hombre.

El hombre acecha (1938-1939)


CANCIÓN ÚLTIMA

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruidosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.

El hombre acecha (1938-1939)


CARTA

El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo
desde las trémulas mesas
donde se apoya el recuerdo,
la gravedad de la ausencia,
el corazón, el silencio.

Oigo un latido de cartas
navegando hacia su centro.

Donde voy, con las mujeres
y con los hombres me encuentro,
malheridos por la ausencia,
desgastados por el tiempo.

Cartas, relaciones, cartas:
tarjetas postales, sueños,
fragmentos de la ternura,
proyectados en el cielo,
lanzados de sangre a sangre
y de deseo a deseo.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.

En un rincón enmudecen
cartas viejas, sobres viejos,
con el color de la edad
sobre la escritura puesto.
Allí perecen las cartas
llenas de estremecimientos.
Allí agoniza la tinta
y desfallecen los pliegos,
y el papel se agujerea
como un breve cementerio
de las pasiones de antes,
de los amores de luego.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.

Cuando te voy a escribir
se emocionan los tinteros:
los negros tinteros fríos
se ponen rojos y trémulos,
y un claro calor humano
sube desde el fondo negro.
Cuando te voy a escribir,
te van a escribir mis huesos:
te escribo con la imborrable
tinta de mi sentimiento.

Allá va mi carta cálida,
paloma forjada al fuego,
con las dos alas plegadas
y la dirección en medio.
Ave que sólo persigue,
para nido y aire y cielo,
carne, manos, ojos tuyos,
y el espacio de tu aliento.

Y te quedarás desnuda
dentro de tus sentimientos,
sin ropa, para sentirla
del todo contra tu pecho.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.

Ayer se quedó una carta
abandonada y sin dueño,
volando sobre los ojos
de alguien que perdió su cuerpo.
Cartas que se quedan vivas
hablando para los muertos:
papel anhelante, humano,
sin ojos que puedan serlo.

Mientras los colmillos crecen,
cada vez más cerca siento
la leve voz de tu carta
igual que un clamor inmenso.
La recibiré dormido,
si no es posible despierto.
Y mis heridas serán
los derramados tinteros,
las bocas estremecidas
de rememorar tus besos,
y con su inaudita voz
han de repetir: te quiero.

El hombre acecha (1938-1939)


DESPUÉS DEL AMOR

No pudimos ser. La tierra
no pudo tanto. No somos
cuanto se propuso el sol
en un anhelo remoto.
Un pie se acerca a lo claro.
En lo oscuro insiste el otro.
Porque el amor no es perpetuo
en nadie, ni en mí tampoco.
El odio aguarda su instante
dentro del carbón más hondo.
Rojo es el odio y nutrido.

El amor, pálido y solo.

Cansado de odiar, te amo.
Cansado de amar, te odio.

Llueve tiempo, llueve tiempo.
Y un día triste entre todos,
triste por toda la tierra,
triste desde mí hasta el lobo,
dormimos y despertamos
con un tigre entre los ojos.

Piedras, hombres como piedras,
duros y plenos de encono,
chocan en el aire, donde
chocan las piedras de pronto.

Soledades que hoy rechazan
y ayer juntaban sus rostros.
Soledades que en el beso
guardan el rugido sordo.
Soledades para siempre.
Soledades sin apoyo.

Cuerpos como un mar voraz,
entrechocado, furioso.

Solitariamente atados
por el amor, por el odio.
Por las venas surgen hombres,
cruzan las ciudades, torvos.

En el corazón arraiga
solitariamente todo.
Huellas sin compaña quedan
como en el agua, en el fondo.

Sólo una voz, a lo lejos,
siempre a lo lejos la oigo,
acompaña y hace ir
igual que el cuello a los hombros.

Sólo una voz me arrebata
este armazón espinoso
de vello retrocedido
y erizado que me pongo.

Los secos vientos no pueden
secar los mares jugosos.
Y el corazón permanece
fresco en su cárcel de agosto
porque esa voz es el arma
más tierna de los arroyos:

«Miguel: me acuerdo de ti
después del sol y del polvo,
antes de la misma luna,
tumba de un sueño amoroso».

Amor: aleja mi ser
de sus primeros escombros,
y edificándome, dicta
una verdad como un soplo.

Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, todo.

Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)


EL NIÑO DE LA NOCHE

Riéndose, burlándose con claridad del día,
se hundió en la noche el niño que quise ser dos veces.
No quise más la luz. ¿Para qué? No saldría
más de aquellos silencios y aquellas lobregueces.

Quise ser... ¿Para qué?... Quise llegar gozoso
al centro de la esfera de todo lo que existe.
Quise llevar la risa como lo más hermoso.
He muerto sonriendo serenamente triste.

Niño dos veces niño: tres veces venidero.
Vuelve a rodar por ese mundo opaco del vientre.
Atrás, amor. Atrás, niño, porque no quiero
salir donde la luz su gran tristeza encuentre.

Regreso al aire plástico que alentó mi inconsciencia.
Vuelvo a rodar, consciente del sueño que me cubre.
En una sensitiva sombra de transparencia,
en un íntimo espacio rodar de octubre a octubre.

Vientre: carne central de todo lo existente.
Bóveda eternamente si azul, si roja, oscura.
Noche final en cuya profundidad se siente
la voz de las raíces y el soplo de la altura.

Bajo tu piel avanzo, y es sangre la distancia.
Mi cuerpo en una densa constelación gravita.
El universo agolpa su errante resonancia
allí, donde la historia del hombre ha sido escrita.

Mirar, y ver en torno la soledad, el monte,
el mar, por la ventana de un corazón entero
que ayer se acongojaba de no ser horizonte
abierto a un mundo menos mudable y pasajero.

Acumular la piedra y el niño para nada:
para vivir sin alas y oscuramente un día.
Pirámide de sal temible y limitada,
sin fuego ni frescura. No. Vuelve, vida mía.

Mas, algo me ha empujado desesperadamente.
Caigo en la madrugada del tiempo, del pasado.
Me arrojan de la noche. Y ante la luz hiriente
vuelvo a llorar desnudo, como siempre he llorado.

Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)
Poemas últimos (1939-1941)


EL SILBO DE AFIRMACIÓN EN LA ALDEA

Alto soy de mirar a las palmeras,
rudo de convivir con las montañas...
Yo me vi bajo y blando en las aceras
de una ciudad espléndida de arañas.
Difíciles barrancos de escaleras,
calladas cataratas de ascensores,
¡qué impresión de vacío!,
ocupaban el puesto de mis flores,
los aires de mis aires y mi río.

Yo vi lo más notable de lo mío
llevado del demonio, y Dios ausente.
Yo te tuve en el lejos del olvido,
aldea, huerto, fuente
en que me vi al descuido:
huerto, donde me hallé la mejor vida,
aldea, donde al aire y libremente,
en una paz meé larga y tendida.

Pero volví en seguida
mi atención a las puras existencias
de mi retiro hacia mi ausencia atento,
y todas sus ausencias
me llenaron de luz el pensamiento.

Iba mi pie sin tierra, ¡qué tormento!,
vacilando en la cera de los pisos,
con un temor continuo, un sobresalto,
que aumentaban los timbres, los avisos,
las alarmas, los hombres y el asfalto.
¡Alto!, ¡Alto!, ¡Alto!, ¡Alto!
¡Orden!, ¡Orden! ¡Qué altiva
imposición del orden una mano,
un color, un sonido!
Mi cualidad visiva,
¡ay!, perdía el sentido.

Topado por mil senos, embestido
por más de mil peligros, tentaciones,
mecánicas jaurías,
me seguían lujurias y claxones,
deseos y tranvías.

¡Cuánto labio de púrpuras teatrales,
exageradamente pecadores!
¡Cuánto vocabulario de cristales,
al frenesí llevando los colores
en una pugna, en una competencia
de originalidad y de excelencia!
¡Qué confusión! ¡Babel de las babeles!
¡Gran ciudad!: ¡gran demontre!: ¡gran puñeta!
¡el mundo sobre rieles,
y su desequilibrio en bicicleta!

Los vicios desdentados, las ancianas
echándose en las canas rosicleres,
infamia de las canas,
y aun buscando sin tuétano placeres.
Árboles, como locos, enjaulados:
Alamedas, jardines
para destuetanarse el mundo; y lados
de creación ultrajada por orines.

Huele el macho a jazmines,
y menos lo que es todo parece
la hembra oliendo a cuadra y podredumbre.

¡Ay, cómo empequeñece
andar metido en esta muchedumbre!
¡Ay!, ¿dónde está mi cumbre,
mi pureza, y el valle del sesteo
de mi ganado aquel y su pastura?

Y miro, y sólo veo
velocidad de vicio y de locura.
Todo eléctrico: todo de momento.
Nada serenidad, paz recogida.
Eléctrica la luz, la voz, el viento,
y eléctrica la vida.
Todo electricidad: todo presteza
eléctrica: la flor y la sonrisa,
el orden, la belleza,
la canción y la prisa.
Nada es por voluntad de ser, por gana,
por vocación de ser. ¿Qué hacéis las cosas
de Dios aquí: la nube, la manzana,
el borrico, las piedras y las rosas?

¡Rascacielos!: ¡qué risa!: ¡rascaleches!
¡Qué presunción los manda hasta el retiro
de Dios! ¿Cuándo será, Señor, que eches
tanta soberbia abajo de un suspiro?
¡Ascensores!: ¡qué rabia! A ver, ¿cuál sube
a la talla de un monte y sobrepasa
el perfil de una nube,
o el cardo, que de místico se abrasa
en la serrana gracia de la altura?
¡Metro!: ¡qué noche oscura
para el suicidio del que desespera!:
¡qué subterránea y vasta gusanera,
donde se cata y zumba
la labor y el secreto de la tumba!
¡Asfalto!: ¡qué impiedad para mi planta!
¡Ay, qué de menos echa
el tacto de mi pie mundos de arcilla
cuyo contacto imanta,
paisajes de cosecha,
caricias y tropiezos de semilla!

¡Ay, no encuentro, no encuentro
la plenitud del mundo en este centro!
En los naranjos dulces de mi río,
asombros de oro en estas latitudes,
oh ciudad cojitranca, desvarío,
sólo abarca mi mano plenitudes.
No concuerdo con todas estas cosas
de escaparate y de bisutería:
entre sus variedades procelosas,
es la persona mía,
como el árbol, un triste anacronismo.
Y el triste de mí mismo,
sale por su alegría,
que se quedó en el mayo de mi huerto,
de este urbano bullicio
donde no estoy de mí seguro cierto,
y es pormayor la vida como el vicio.

* * *

He medio boquiabierto
la soledad cerrada de mi huerto.
He regado las plantas:
las de mis pies impuras y otras santas,
en la sequía breve de mi ausencia
por nadie reemplazada. Se derrama,
rogándome asistencia,
el limonero al suelo, ya cansino,
de tanto agrio picudo.
En el miembro desnudo de una rama,
se le ve al ave el trino
recóndito, desnudo.

Aquí la vida es pormenor: hormiga,
muerte, cariño, pena,
piedra, horizonte, río, luz, espiga,
vidrio, surco y arena.
Aquí está la basura
en las calles, y no en los corazones.
Aquí todo se sabe y se murmura:
No puede haber oculta la criatura
mala, y menos las malas intenciones.

Nace un niño, y entera
la madre a todo el mundo del contorno.
Hay pimentón tendido en la ladera,
hay pan dentro del horno,
y el olor llena el ámbito, rebasa
los límites del marco de las puertas,
penetra en toda la casa
y panifica el aire de las huertas.

Con una paz de aceite derramado,
enciende el río un lado y otro lado
de su imposible, por eterna, huida.
Como una miel muy lenta destilada,
por la serenidad de su caída
sube la luz a las palmeras: cada
palmera se disputa
la soledad suprema de los vientos,
la delicada gloria de la fruta
y la supremacía
de la elegancia de los movimientos
en la más venturosa geografía.

Está el agua que trina de tan fría
en la pila y la alberca
donde aprendí a nadar. Están los pavos,
la Navidad se acerca,
explotando de broma en los tapiales,
con los desplantes y los gestos bravos
y las barbas con ramos de corales.
Las venas manantiales
de mi pozo serrano
me dan, en el pozal que les envío,
pureza y lustración para la mano,
para la tierra seca amor y frío.

Haciendo el hortelano,
hoy en este solaz de regadío
de mi huerto me quedo.
No quiero más ciudad, que me reduce
su visión, y su mundo me da miedo.

¡Cómo el limón reluce
encima de mi frente y la descansa!
¡Cómo apunta en el cruce
de la luz y la tierra el lilio puro!
Se combate la pita, y se remansa
el perejil en un aparte oscuro.
Hay az'har, ¡qué osadía de la nieve!
y estamos en diciembre, que hasta enero,
a oler, lucir y porfiar se atreve
en el alrededor del limonero.

Lo que haya de venir, aquí lo espero
cultivando el romero y la pobreza.
Aquí de nuevo empieza
el orden, se reanuda
el reposo, por yerros alterado,
mi vida humilde, y por humilde, muda.
Y Dios dirá, que está siempre callado.

Poemas (1933-1934)


ELEGÍA

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería).

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

El rayo que no cesa (1934-1935)


ELEGÍA PRIMERA

(A Federico García Lorca, poeta).

Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas,
y en traje de cañón, las parameras
donde cultiva el hombre raíces y esperanzas,
y llueve sal, y esparce calaveras.

Verdura de las eras,
¿qué tiempo prevalece la alegría?
El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas
y hace brotar la sombra más sombría.

El dolor y su manto
vienen una vez más a nuestro encuentro.
Y una vez más al callejón del llanto
lluviosamente entro.

Siempre me veo dentro
de esta sombra de acíbar revocada,
amasado con ojos y bordones,
que un candil de agonía tiene puesto a la entrada
y un rabioso collar de corazones.

Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada
del agua, del sollozo,
del corazón quisiera:
donde nadie me viera la voz ni la mirada,
ni restos de mis lágrimas me viera.

Entro despacio, se me cae la frente
despacio, el corazón se me desgarra
despacio, y despaciosa y negramente
vuelvo a llorar al pie de una guitarra.

Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.

Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.

¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.

Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.

Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.

Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.

Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.

¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.

Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.

Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.

Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.

Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.

No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.

Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.

Pero el silencio puede más que tanto instrumento.

Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.

Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.

Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.

Viento del pueblo (1936-1937)