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Recital de poemas de José Agustin Goytisolo

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lunes, 27 de mayo de 2019

JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD

José Manuel Cabllero Bonald



por Ana Alejandre

Juan Manuel Caballero Bonald, poeta, novelista y ensayista, nació en Jerez de la Frontera, el 11 de noviembre de 1926. Hijo de padre cubano y de madre andaluza de origen francés.

Cursó sus primeros estudios en el Colegio de los Marianistas de Jerez. Su adolescencia se vio marcada por la Guerra Civil, lo que le obligo a pasar largas temporadas en la Sierra de Cádiz y en la localidad de Sanlúcar de Barrameda.

Después de finalizar la guerra, en 1944 comenzó a estudiar Náutica en Cádiz, en cuya ciudad comenzó a escribir poesía y conoció y colaboró con el grupo de poetas gaditanos llamado PlateroPosteriormente, en 1949, se traslada a Sevilla para estudiar en su Universidad filosofía y Letras, y allí conoció al grupo que editaba la revista Cántico.

Su primer premio en poesía lo obtuvo en 1950, el Premio de Poesía Platero, que le fue concedido a su poema titulado Mendigo. Continuó en Madrid sus estudios universitarios, trabajando al mismo tiempo en la I Bienal Hispanoamericana de Arte.

Comenzó a publicar en 1952, con el poemario Las adivinaciones, que le supuso el áccesit del premio Adonais, el más cotizado galardón poético. A esta obra le siguieron Memorias de poco tiempo (1954), Anteo (1956) y en 1959 publica Las horas muertas que fue galardonada con el Premio Boscán y el de la Crítica; y Pliegos de cordel que se publicó en 1963. Todos estos títulos fueron editados en una recopilación de 1969, titulada Vivir para contarlo.

En 1961 asiste en Collioure (Francia) al XX aniversario de la muerte de Antonio Machado que murió en dicha localidad en pleno exilio. A dicho acto asistieron escritores de la talla de Blas de Otero, José Ángel Valente, Ángel González, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, y Carlos Barral, entre otros.

En estos años ejerció el cargo de secretario y, posteriormente, el de subdirector de la revista literaria Papeles de Son Armadans, fundada por Camilo José de Cela. Más tarde, se trasladó a Sudamérica, y se instaló en Bogotá, donde fue profesor de Literatura Española y Humanidades en la Universidad Nacional de Colombia. En dicha ciudad colaboró en la revista Mito, entre cuyos colaboradores se podía encontrar a Gabriel García Márquez, entre otros importantes escritores. Dicha revista le publicó una antología poética, titulada El papel del coro, en 1961.

En 1962 publica su primera novela Dos días de septiembre que consigue el premio Biblioteca Breve, de la editorial Seix Barral.

Regresa a España desde Hispanoamérica en 1963 y comienza a desarrollar labores editoriales. En esta época es detenido y multado por cuestiones políticas.

En 1965 viaja a Cuba donde pasa una temporada. En 1969 publica el Archivo del cante flamenco, que es un álbum de seis discos y estudio preliminar, que obtiene el Premio Nacional del Disco.

Posteriormente comienza a trabajar en el Diccionario de Lexicografía, de la Real Academia Española, trabajo que desempeñó hasta 1975 y, a partir de 1973, fue director literario de la editorial Júcar.

En 1974 publica Ágata, ojo de gato que fue premiada con el Premio Barral, al que el propio autor renuncia, y con el Premio de la Crítica.

De 1974 a 1978 fue profesor de Literatura Española Contemporánea en el Centro de Estudios Hispánicos del Bryn Mawr College.

Su obra de ensayo Luces y sombras del flamenco fue publicada en 1975, obra que se suma a otras de ensayo sobre diferentes temas como son: Narrativa cubana de la revolución (1968), Breviario del vino (1980), Luces y sombras del flamenco (1975) o Sevilla en tiempos de Cervantes (1991).

Por su actividad de miembro constituyente de la Junta Democrática, fue procesado por el Tribunal de Orden Público. Poco después, marcha de nuevo a Cuba.

Fué nombrado Presidente del Pen Club, cargo del que dimitió en 1980. Continuó su tarea de escritor, colaborando como profesor en distintas universidades y recibiendo premios, entre los que destaca el galardón poético Ibn-al-Jatib, el Premio Plaza y Janés, y el Premio Andalucía de las Letras, entre otros.

Se traslada a vivir a Montijo, frente a Doñana, en la costa atlántica gaditana, en 1995, realizando diversos viajes a Japón, Italia y Marruecos para impartir cursos en diferentes universidades y también para intervenir como participante en diversas jornadas literarias.

Comienza a publicar libros de memorias y en 2003 es autor de los guiones de los doscientos cincuenta capítulos de la serie documental“Andalucía de Cine”, que es dirigida por Manuel Gutiérrez Aragón.
La Universidad de Cádiz le nombra, en 2004, Doctor Honoris Causa. Además, recibe el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. También, en en ese mismo año, la editorial Seix Barral publica su obra poética completa.

Posteriormente, ha sido galardonado con los premios institucionales más importantes del ámbito literario como son el Premio Nacional de las Letras y el Premio Nacional de Poesía, que pone un brillante colofón a su extraordinaria carrera literaria.

Apuntes sobre su obra:

Poética

En cuanto a su obra poética de los primeros tiempos que se inscribe dentro de la llamada poética generación del 50, cabe decir que es una poesía simbolista e intimista, que refleja a un poeta que está en desacuerdo con el mundo y la situación social de la época que le ha tocado vivir. Su lenguaje es rico, profundo, muy elaborado, y tiene tintes barrocos mezclados con evidentes trazas populares y, sobre todo, coloquialistas. Todo ello, le confiere una gran autenticidad, en cuanto es expresión de un mundo personalísimo que está marcado por la experiencia y la comunión con el arte.

Sin embargo, se advierte un cambio sustancial a partir de su obra Descrédito del héroe, fechada en 1977, porque la larga etapa de silencio poético, se traduce en un marcado acento imaginativo, pero trasladado a la memoria de las propias raíces: su niñez, su tierra, sus propias experiencias tanto vitales como artísticas y su constante preocupación lingüística que se pone de manifiesto en un lenguaje exquisitamente depurado, mesurado y, por ello, deviene hermético.

Laberinto de fortuna, su siguiente publicación poética, en 1984, y, treces años después Diario de Argonida, al que califica como “un compendio de meditaciones adosadas a mi propio escepticismo”, en el que hace una clara reivindicación como escritor del derecho a inventarse la vida con los propios instrumentos que ésta le da: los recuerdos, el tiempo y la muerte, como punto y final de la obra vital, la que queda así escrita y reinventada para la posteridad en un acto rebelde a la propia mortalidad.

Narrativa

En cuanto a la narrativa, su incursión en este género fue más tardía, y comienza con la publicación de su primera novela Dos días de septiembre (1962), obra que pertenece al llamado realismo social, porque en ella se describen las injusticias, las desigualdades en un pueblo vinatero andaluz y las luchas y tensiones entre los ricos terratenientes y los trabajadores agrícolas. Pero, a pesar de la clara influencia del realismo social que impregna toda la obra, se distingue de otras de parecido estilo en cuanto que a Caballero Bonald pone más acento en la propia descripción de las anécdotas particulares, a modo de teselas que conforman el rico mosaico social que el propio conflicto o lucha de clases. Para ello, utiliza una rica variedad de técnicas narrativas, entre las que destaca el monólogo interior y sin puntuación, que ofrece un interesante contraste con la propia naturaleza de corte realista.

Su siguiente obra Ágata ojo de gato (1974), también discurre en Andalucía, pero se aparta completamente del realismo social, e irrumpe en el terreno de lo fantástico, de la lejanía espacio temporal, lo que le acerca al llamado realismo mágico.

En Toda la noche oyeron pasar pájaros (1981) y En la casa del padre (1988), obras también ambientadas en Andalucía, son nuevos experimentos con el lenguaje que es la mayor preocupación de este autor.Campo de Agramante (1992), es una nueva novela que no se puede adscribir a género alguno, porque aunque transcurre en una ciudad de la baja Andalucía, el tiempo narrativo es una amalgama entre el pasado y el presente, lo que produce un mundo intemporal y caótico.

En la novela Tiempo de guerras perdidas (1995), subtitulada “La novela de la memoria”, es un obra con una clara decisión de acercamiento a su infancia, pero no en una relación cronológica de hechos, sino en una selección de carácter mítico de recuerdos y personajes.

En 2001 publicó La costumbre de vivir, titulo que recoge sus memorias.

Mar adentro (2002), obra que refleja la pasión sentida por el mar y recoge una selección de sus escritos marítimos.



JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD. POESÍA



José Manuel Cabllero Bonald


Espera

Y tú me dices
que tienes los pechos rendidos de esperarme,
que te duelen los ojos de estar siempre vacíos de mi cuerpo,
que has perdido hasta el tacto de tus manos
de palpar esta ausencia por el aire,que olvidas el tamaño caliente de mi boca.

Y tú me lo dices que sabes
que me hice sangre en las palabras de repetir tu nombre,
de lastimar mis labios con la sed de tenerte,
de darle a mi memoria, registrándola a ciegas,
una nueva manera de rescatarte en vano
desde la soledad en la que tú me gritas
que sigues esperándome.

Y tú me lo dices que estás tan hecha a esta deshabitada
cerrazón de la carne que apenas si tu sombra se delata, que
apenas si eres cierta
en la oscuridad que la distancia pone entre tu cuerpo y el mío.

Mi propia profecía es mi memoria

Vuelvo a la habitación donde estoy solo
cada noche, almacén de los días
caídos ya en su espejo irreparable.
Allí, entre testimonios maniatados,
yace inmóvil mi vida, sus tributos
de tornadizo empeño.

La madera,
el temblor de la lámpara, el cristal
visionario, los frágiles
oficios de los muebles, guardan
entre sus rudimentos el continuo
reflujo de los años, la espesura
carnal de la memoria, toda
la confluencia simultánea
de olvidos y deseos que me asedian.

Mundo recuperable, lo vivido
se congrega impregnando las paredes
donde de nuevo nace lo caduco.
Reconstruidas ráfagas de historia
juntan los desperfectos del amor.
(Oh habitación a oscuras, súbitamente diáfana
bajo el fanal del tiempo imprecatorio).

Suenan rastros de luz por dentro de la noche. Estoy solo y mis manos ya denegadas, ya ofrecidas, tocan papeles (este amor, aquel sueño), olvidadas siluetas, vaticinios frustrados.

Allí mi vida a golpes
la memoria me horada cada día.
Imagen ya de mi exterminio, se realiza de nuevo cuanto ha muerto. Mi propia profecía es mi memoria: mi esperanza de ser lo que ya he sido.

(de Memorias de poco tiempo)

Diario reencuentro

Desde donde me vuelvo
a la pared, en medio de la noche,
desde donde estoy solo
cada noche, cautivo
bajo mi propia vigilancia, allí
me hallo según la fe que me fabrico
cada día.
Lavada está mi vida
en virtud de su asombro. Ayer, mañana,
viven juntos y fértiles, conforman
mi memoria conmigo.
Únicamente soy
mi libertad y mis palabras.
(De Las horas muertas)

Contrahistoria

..._Y así serás el victorioso
porque has sido el derrocado.

Ibn´Arabi

Lo que un día perdieran, nunca
volvieron ya a recuperarlo, o sólo
en los menguados términos
que algún furtivo transgresor
de códigos restara al exterminio.

Una lenta depredación con cruces
asoló las orillas
del gran río materno y hasta
la mar por donde otrora
trajeran la sabiduría
los fueron expulsando
en sucesivas hordas de barbarie.

Y allí quedó la historia
mereciendo ser sólo
reliquia degradada, pasto
de soldadescas, botín de clerecías.

Con piedras sepultaron
las piedras y con otra cultura la cultura
feraz y tolerante que opusiera
su rango al fanatismo.

Desde entonces resurge en algún tramo
de la memoria del superviviente
una atávica mezcla
de estupor y bochorno, cuyo origen
en otro nuevo origen
de la depredación se perpetúa.

(De Pliegos de cordel)

Prefiguraciones

Unas palabras son inútiles y otras
acabarán por serlo mientras
elijo para amarte más metódicamente
aquellas zonas de tu cuerpo aisladas
por algún obstinado depósito
de abulia, los recodos
quizá donde mejor se expande
ese rastro de tedio
que circula de pronto por tu vientre,
y allí pongo mi boca y hasta
la intempestiva cama acuden
las sombras venideras, se interponen
entre nosotros, dejan
un barrunto de fiebre y como un vaho
de exudación de sueño
y otras esponjas vespertinas,
y ya en lo ambiguo de la noche escucho
la predicción de la memoria: dentro
de ti me aferro igual
que recordándote, subsisto
como la espuma al borde de la espuma,
mientras se activa entre los cuerpos
la carcoma voraz de estar a solas.

Anamorfosis

Este olor a achicoria y a orujo
y a crines de caballos y a verdín
con salitre y a yerba de mi infancia
frente a África, acaso
contribuya también a perpetuar
en no sé qué recodo del recuerdo
un equívoco lastre
de amor dilapidado y de injusticia
que en contra de mí mismo cometí,
y es como si de pronto
todo el furtivo flujo del pretérito
convirtiera en rutina
la memoria que tengo de mañana.

(De Descrédito del héroe)

La botella vacía se parece a mi alma

Solícito el silencio se desliza por la mesa nocturna, rebasa el irrisorio contenido del vaso. No beberé ya más hasta tan tarde: otra vez soy el tiempo que me queda. Detrás de la penumbra yace un cuerpo desnudo y hay un chorro de música hedionda dilatando las burbujas del vidrio. Tan distante como mi juventud, pernocta entre los muebles el amorfo, el tenaz y oxidado material del deseo. Qué aviso más penúltimo amagando en las puertas, los grifos, las cortinas. Qué terror de repente de los timbres. La botella vacía se parece a mi alma.

Medborgarplatsen

Dejaban los harapos encima de los bancos como a veces se dejan los consejos en el borde herrumbroso de la noche. Todos pertenecían a una tribu ya extinta de anónimos arcángeles y se iban reuniendo en la sólita plaza después de algún errático suplicatorio de inocencia. Allí habitaban juntos y pretéritos, amorfos y silentes, con sus medallas de mendigo colgándoles del sueño a manera de lágrimas y el hedor de los años repartido en maternales bolsas de papel. Todo el tiempo del mundo era de ellos y se lo intercambiaban a escondidas con decoro magnánimo. Ofrecían su vida a cambio de absolutamente nada, pues morir era sólo una indigencia algo más perdurable que las otras. Ni siquiera su sangre de hiperbóreos los hizo conciliarse con el subsidio ártico del frío. Mas no olvidaban nunca que aquellas dosis de alcohol ganado en justas lides, daban rango de gloria a su miseria. Y allí permanecían en situación de pródigos, mientras las horas como trapos caían des¬pacito en los dulces rincones de la plaza. ¿Quién entre todos ellos creyó por un momento perdido el paraíso?

Femme nue

(Picasso)

La transgresión de la lógica conduce al predominio de la maravilla. Nada es ya subalterno: todo regresa a su veracidad más ilusoria. Es como si cada signo extraviado en el silencio reencontrara de pronto la palabra que significa todas las palabras. Vociferan las líneas, gesticulan las formas. Tan imposible como la verdad, esa mujer desnuda pertenece al terror, mitifica una historia que se engendra a sí misma. La mutación del cuerpo fluctuando en lo absorto, la carne que vulnera su norma de hermosura hasta el gustoso límite del vértigo, ¿no perpetúan la cartesiana proporción de la anarquía, esa otra estirpe sexual de la cultura cuya razón de ser consiste en su vivificante sinrazón? Nada es ya subalterno: todo retorna una vez más a su matriz. No sin ser deformada puede la realidad exhibir sus enigmas.

Después

La sensación de haber sido arrastrado aguas abajo de aquel río donde iba con ella a tramitar la vida: un fúnebre amasijo de estupor y congoja cayendo en el silencio como un chorro de vómito en la calle desierta: las venas de la historia reducidas a un miserable montoncito de estiércol: esa veraz y hospitalaria jurisdicción de su alegría, tan siempre disponible, tan de niña que no llegó a crecer más que a ratos perdidos, empozándose ya por las aterradoras catacumbas del tiempo: el cuerpo que se junta con los otros que poseerán la tierra, póstumo y vulnerable, el más necesitado de un sustento contiguo al que tenía: esos pechos tan pródigos igual que ojos enfermos que registran a ciegas a saber qué vacío: la nada que se aloja en las muchas arrugas que fueron concordando con la prolongación de su indulgencia: pulsos que ya no voy a oír desde muy lejos, mientras iba acercándome hasta la casa aquella donde siempre me estabas esperando, madre.

(De Laberinto de Fortuna)

Cotejo de fuentes

La verdinegra tapia que ceñía
el jardín del prostíbulo, en parte decorado
de rótulos obscenos, todavía conserva
los mismos desconchones inclementes,
las mismas mordeduras de musgo y de salitre
que se veían cuando yo era joven
y me asomé a la vida por allí.

Teresa Lavinagre, vieja puta
que ya andaba de adolescente en sus comercios
por los desmontes de Matafalúa,
se hospedó andando el tiempo en esa casa
cuyos muros devora el desamparo,
antes de que el hipócrita de turno la expulsase
de la miseria libre de su reino.

Era una mujer hospitalaria y jubilosa,
dotada de una magnánima variedad
de benevolencias, y ahora se extingue
al borde de la playa, cerca
de ese antiguo burdel, igual que un bulto
devuelto por la marea.

Vida dilapidada,
corazón decrépito, qué hermosura
saber que nunca hizo absolutamente nada
para evitar su propio descalabro,

Dios mío.


Summa vitae

De todo lo que amé en días inconstantes
ya sólo van quedando
rastros,
marañas,
conjeturas,
pistas dudosas, vagas informaciones:
por ejemplo, la lluvia en la lucerna
de un cuarto triste de París,

la sombra rosa de los flamboyanes
engalanando a franjas la casa familiar de Camagüey,
aquellos taciturnos rastros de Babilonia
junto a los barrizales suntuosos del Éufrates,
un arcaico crepúsculo en las Islas Galápagos,
los prolijos fantasmas
de un memorable lupanar de Cádiz,
una mañana sin errores
ante la tumba de Ibn`Arabi en un suburbio de Damasco,
el cuerpo de Manuela tendido entre los juncos de Doñana,
aquél café de Bogotá
donde iba a menudo con amigos que han muerto,
la gimiente tirantez del velamen
en la bordada previa a aquel primer naufragio...
Cosas así de simples y soberbias.
Pero de todo eso
¿qué me importa
evocar, preservar después de tan volubles comparecencias del olvido?

Nada sino una sombra
cruzándose en la noche con mi sombra.

Madinat Al-Zahra

Los que un día fundaran la suma fastuosa de estos palacios y jardines,
¿vislumbraron acaso su efímera grandeza, fueron conscientes de su fugacidad?

Y los que ahora mismo tratan de sustraer
de incurias y saqueos

tantas magnificencias devastadas,
¿saben que sólo unos vestigios les sobrevivirán?

Los hijos de los hijos
de quienes desentierran los despojos,

¿sospecharán también que nunca
alcanzarán a preservar
los pavimentos y artesones, las columnas y frisos,
baños, salones, acueductos, patios,
ese esplendor inmensurable
que hace mil años deslumbrara al mundo?

Quien ahora pasea entre escombros y atisbos inusitados de belleza, musita de repente una plegaria justiciera:
dejad
que las ruinas perpetúen su rango de ruinas, que las piedras repelan a otras piedras innobles, dejad piadosamente
que los muertos entierren a sus muertos.

(Marguerite Yourcenar,
Andalucía o las Hespérides)
(De Manual de infractores)