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Recital de poemas de José Agustin Goytisolo

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viernes, 30 de diciembre de 2016

POEMAS DE CARLOS BOUSOÑO


Carlos Bousoño
 CELEBRACIÓN DE UN CUMPLEAÑOS                                             
    (Homenaje a Octavio Paz)

Haber estado fuera de ti mismo, un viaje vertiginoso, y después 
la quietud, pordiosero 
de tu conciencia, eremita 
en el yermo de la inacción, creyendo 
solamente en el cardo, en la excesiva piedra, 
sin pozo donde beber, sin comida, sin pan, 
mísero y sin arboladura,

como un barco después de la tempestad, 
pero una tempestad no vivida, sin la grandeza de esa experiencia suma, 
barco en un mar, monótono y sin fin, monocromo, con agua gris, 
o, mejor dicho, sin ella, navegando en el no color 
navegando en la no agua, con sequedad en aquella monotomía;

o en medio de las ruinas, tras un terremoto 
desolador, 
mas en un sitio donde no existieron casas ni se erigieron monumentos, 
ni el suelo se resquebrajó, ni hubo grietas;

allí, desterrado, sin el recuerdo de un perdido país, 
mudo, sin la noción de un lenguaje ido, 
quitado todo brillo, toda persuasión, toda queja, 
irremediablemente solo, pero sin soledad, 
pues no había tampoco memoria de ninguna anterior compañía;

allí, donde la evocación no puede alcanzar, 
ya que para eso fuera precisa la previa enunciación, 
allí, allí estuviste, de espaldas a tu propio ser, 
sin ver, sin verte,

auqnue a veces sucedía lo opuesto y comenzabas a observar con gran nitidez,

quién sabe si por su condición principalmente ósea,

tu rodilla, 
que pasaba, en ese trance, a ocupar 
la totalidad de la atención y crecía (percibida entonces como de cerca) con ella;

tu enorme rodilla, tu extraordinario pie, tu pie magno, 
pisando la estepa con resonancia, con estruendo, como de tambor, 
tu pie gigantesco, tu pierna 
alevosa, rotunda.

... Tu pierna, sí, que se alargaba, solitaria y autónoma, hasta donde nadie pudo nunca llegar,

y tras ella, pero sólo después, 
tu cuerpo entero de desmesurada materia, de ruido, tu esqueleto sin par, 
tu esqueleto terrible, avanzando a grandes zancadas 
hacia nadie, hacia nada...

... Y luego, tu meditación solitaria, tras aquel singular engrandecimiento de su óseo objeto inicial, 
saltaba, sin contemplaciones, como inesperado tigre en la selva, 
hasta el momento inmediatamente posterior al final de tu vida,

y así, no sólo cuanto había de exageradamente grande en la visión anterior comenzaba de pronto, en su tamaño, a disminuir, volviendo poco a poco a su primera configuración natural,

sino que, incluso, en esa vía de pérdida y reducción 
de la desproporcionada, contundente, genial osamenta,

cada trozo de tu cuerpo, normalizado ya (al ser visto ahora en su conjunto y sin aquella despreciativa y obsesiva parcelación que agigantaba la porción contemplada) 
procedía, con mucha lentitud, eso sí, a ausentarse:

pero ahora la carne y la piel, en un primer instante, aún no desaparecían, 
y se respetaba, por supuesto, tal vez, además, a causa de su enorme realidad 
(enorme precisamente por impúdica e innombrable), 
incluso a tu propio sexo, que acaso manifiestamente erguido aún, 
se ofrecía entonces, en el féretro, de un modo sin duda ostentosamente inoportuno,

desafiante, competente, 
impenitente, risible

(cómo más de una vez, según dicen, ha ocurrido, en la efectiva realidad, 
con grave escándalo y vergüenza de las familias); 
y, en fin (¿para qué seguir?), resumamos el asunto diciendo, 
de un modo llano y más abarcador, 
que todo, pese a las apariencias, se estaba viniendo abajo, bien que, por el contrario, 
las uñas seguían, con indiferencia y escepticismo, creciendo, 
atentas exclusivamente a su labor, con una extraña avidez hacia más; 
y lo mismo los pelos, la barba, sin hacer caso alguno de cuanto 
parsimoniosamente se iba.

Pero enseguida, aquello incluso que se hallaba sometido a tan curiosa enajenación 
se aniquilaba, y la inercia inmovilizadora llegaba, con puntualidad, a las más renuentes partículas, 
esto es, surgía, por fin, en el tramo último del proceso, 
el triunfo de la generalización, de la escrupulosa obediencia, 
o sea, paradójicamente (y ello con toda precisión, sin excepción alguna ni dejar una mota de polvo en la pulida superficie del mueble), se desencadenaba

el desorden, 
el caos de no ser visto, el escándalo de la invisibilidad, de la confusión, 
allí, en el revés de la verdad, en el otro lado de la mentira, 
en la frontera que no fuera dado trazar, 
ese lugar sin localización donde verdad, mentira aparecían 
como la misma respuesta a la interrogación que no hiciste,

¡oh pordiosero de tu conciencia, oh escrutador, oh minucioso explorador,

oh celebrador de lo infausto!
(El martillo en el yunque (1996) - II - EL CALLEJÓN SIN SALIDA, 2 )

REFLEXIONES ÚLTIMAS

A Antonio Carvajal

Mar en calma. Con energía 
desafiante asume el reto 
de entender la sabiduría 
inmortal de quedarse quieto.

Más allá de pena y de goce, 
¡infinitud en que te enrolas!, 
el corazón, al fin, conoce 
la ciencia de no tener olas.

La ciencia en que no vuela un ave 
ni se escucha un sonido leve. 
(Luego, sin nadie, el sueño grave. 
Sin nadie, la estepa, la nieve.)

(El ojo de la aguja, 1993) - V - SALVACIONES

IV - PRIMERA ELEGÍA EN LA MUERTE DE VICENTE ALEIXANDRE
            I
      EN LA MUERTE

Lo último que dijo fue esto: «La vida es un dolor»

Ojos que vi 
tan llenos de dolor 
en el último día, cuando faltaba poco 
para morir, 
y desde el lecho 
él recordaba triste, 
lejos, muy lejos, y un poquito borroso, 
cuando con sus amigos, 
allá en su niñez, 
divirtiéndose mucho, 
inmortal aún la vida, 
iban al huerto, o al pinar, o al alto 
palpitar de la luz.

Correr luego escondiéndose 
tras unos matorrales, 
un momento, 
por que no los llamasen 
desde la casa aún. 
«Un poco más, un poco 
más tan sólo. 
La última vez, y ya.» 
Y cuando le pusieron 
una corona como rey del mundo 
el día en que cumplía 
siete años de rey, 
siete de dueño 
de todo, el universo: el aire, el mar.

Respiraba. Fatiga 
e imposibilidad. La vida, la corona, 
cartón pintado, alegre, 
luego el amor, la compañía 
honda, felicidad. Años sin duda, y todo fue 
un instante tan sólo: 
amarga pesadumbre 
real. 
Y ahora las lágrimas 
que no lloró jamás vinieron a sus ojos, 
resbalaban despacio 
por sus mejillas pálidas, 
humedecían la piel, 
la boca, 
y seguían bajando 
cuando estaba ya muerto. 
                                                Las lágrimas duraban 
más que sus ojos tristes, 
más 
que su propio dolor.

(Metáfora del desafuero, 1988) 

JUAN DE LA CRUZ EN LA NOCHE OSCURA

Profunda es esta guerra y combate, porque la paz que espera 
ha de ser muy profunda; 
y el dolor muy delgado 
porque el amor de su esperanza 
delgado es, e íntimo. 
Y como el alma ha de venir a posesión de dones, 
conviene que primero 
pobre y vacía de ellos sea. 
Pobre, como garganta con sed de muchas aguas, 
vacía, como el mundo.

Y como la tiniebla se aposenta en el ojo vacío 
del alma vaciada 
y en la substancia misma de la duda 
terrible del que duda 
tiniebla substancial parece y es. 
Y como toda tiniebla y toda duda 
hace a quien duda de tiniebla y duda, 
éste se queda en la tiniebla, 
en la tapiada oscuridad, 
caído en la trampa, sin salida, 
cogido para siempre, temeroso, asustado, 
giñapo agazapado en un rincón. 
(Así en el fondo del calabozo el prisionero 
espera el alzado patíbulo, la horca, 
el irrisorio tormento, 
o bien, en oscura mazmorra no espera 
sino la definitiva soledad 
quien ha asaltado el camino, 
o violentado a la doncella, o acaso asesinado 
a quien la defendió.)

Como con pies atados y amordazada boca 
y mano encarcelada y ojo ciego, 
violador, asesino, ladrón de camino real, 
así está Juan, sin nada o nadie 
nunca, 
purificado por amor 
a nadie, 
a nada, 
nunca, 
crucificado, muerto, tenebroso 
y en la tiniebla. 
Así.

( Las monedas contra la losa, 1973) 

SALVACIÓN EN LA PALABRA
            (El poema)

A Jorge Guillén
                1
Dejad que la palabra haga su presa lóbrega, 
se encarnice en la horrenda miseria 
primaveral, hoce del destino, cual negra teología 
corrupta. 
                  Súbitas, algunas formas mortales, 
dentro del soplo de aire 
permanente e invicto. 
La palabra del hombre, honradamente 
pronunciada, es hermosa, aunque oscura, 
es clara, aunque aprisione 
el terror venidero. 
Hagamos entre todos la palabra 
grácil y fugitiva que salve el desconsuelo. 
...Como burbuja leve la palabra 
se alza en la noche, y permanece 
cual una estrella fija entre las sombras.

                2

Y así fue la palabra 
ligero soplo de aire 
detenido en el viento, 
en el espanto, 
entre la movediza realidad y el río 
de las sombras. Ahí está detenida 
la palabra vivaz, salvado este momento 
único 
entre las dos historias. 
...De pronto el caminar fue duradero 
y el hombre inmortal fue, 
y las bocas que juntas estuvieron 
juntas están por siempre. 
Y el árbol se detuvo en su verdor 
extraño, y la queja 
ardió en una zarza 
misteriosa.
                3
Allí estamos nosotros. 
Allí dentro del hálito. 
Tú que me lees estás allí 
con un libro en la mano. 
Y yo también estoy. 
Tú de niño, cual hombre, como anciano, 
estás allí. 
Tu corazon está con su amargura, 
ennoblecido y muerto. 
Y vivo estás. 
Y hermoso estás. 
                                    Y lúcido.
                4
Todo se mueve alrededor de ti. 
Cruje el armario de nogal, salpica 
el surtidor del jardín. 
Un niño corre tras una mariposa. 
Adolescente, das tu primer beso 
a una muchacha que huye. 
Y huyendo así, huye nada, 
quieto en el soplo tenue.
                5
Y así fue la palabra entre los hombres 
silenciosa, en el ruido 
miserable 
y la pena, 
arca donde está el viento detenido 
y suelto, 
acorde suspendido y desatado, 
leve son que se escucha 
como más que silencio, en el reposo 
de la luz, de la sombra.

Así fue la palabra, 
así fue y así sea 
donde el hombre respira, 
porque respire el hombre.

( Oda en la ceniza, 1967)

CANCIÓN PARA UN POETA VIEJO
(Vicente Aleixandre)

Muy cerca de la vida. Así tu hablar. 
Llegaste a viejo cual se llega al mar.

Azotado del viento y de los años 
fuiste la vida, no sus desengaños.

Tu voz sonaba a viento y caracolas, 
viejo de luz, hermano de las olas,

Conocimiento fue tu reposar. 
Llegaste a viejo cual se llega al mar.

Llegaste a viejo cual se llega a ser 
la luz delgada del amanecer.

La luz delgada del saber callar, 
del saber conocer y callar.

Del saber esperar, callar, seguir 
hasta las olas del saber vivir.

Hasta las olas del saber amar 
profundamente y como es quieto el mar.

Y como es quieto el mar se pone en pie 
la insurrección del nunca moriré.

Y así tu ser, escrito en agua y sal 
y en viento fue, y en todo lo inmortal.

(Noche del sentido,1957)

 LETANÍA DEL CIEGO
Soy como un ciego
RUBÉN DARÍO

Y tú que tanto amas, tanto ríes, 
tanto adivinas y conoces tanto, 
¿dónde el escudo para que te fíes, 
dónde el pañuelo de enjugar tu llanto?

¿Dónde el camino que no veo ahora? 
Dímelo o llora y el mirar suprime. 
¿Es ya la noche que no tiene aurora? 
Dímelo, dime.

Y sin embargo tu vivir empaña 
mi vivir con un vaho que es ternura, 
que es caliente rumor que me acompaña 
la noche oscura.

Y sin embargo con tu mano guías 
y a tientas toco lo que apenas veo 
y digo acaso para que sonrías 
lo que no creo.

Y toco apenas y tu bulto aprendo 
y torpe sigo lo que tú me indicas. 
Lo que no miro, lo que no comprendo, 
tú multiplicas.

Tú multiplicas, o quizás es tu invento 
porque lo vea aunque quizá no exista. 
Entre la noche de mi pensamiento 
dulce es tu vista.

Dulce es tu vista, tu mirar risueño 
que mira un llano donde estaba un monte 
y que a mi alma de temblor pequeño 
llamó horizonte.

Dulce es tu vista que miró aquel lago 
y lo llamaba alegre mar bravío. 
Tu generoso corazón es mago. 
¡Lo fuese el mío!

(Noche del sentido ,1957)  

ALGO EN MI SANGRE ESPERA TODAVÍA



Algo en mi sangre espera todavía. 
Algo en mi sangre en que tu voz aún suena. 
Pero no. Inútilmente yo te llamo. 
Aquella voz que te llamaba es ésta.

Ven hacia mí. Mis brazos crecen, huyen 
donde los tuyos la mañana aquella. 
Ven hacia mí. La tierra toda oscila, 
se mueve, cruje. Vístete. Despierta.

Oh, qué encendida el alma 
en su secreto puro, si vinieras. 
Sin esperanza, entre la luz del día, 
mi voz te llama. 
                                El eco. La respuesta.

 (Primavera de la muerte (1946) 

 EL AMOR
Íbamos de camino. 
Mi cariño en sus brisas te oreaba. 
Tu cabello llevado entre los céfiros 
era también como brisa del alma.

Eras también como brisa en la brisa. 
¡Qué claridad rumorosa mis ansias! 
¡Oh transparencia vital que encendía 
toda mi vida cual fuego en luz blanca!

De mi alma entonces salía silvestre 
el aire fresco de la madrugada. 
Allá dentro, por dentro, ¡qué pura 
la caricia amorosa del alba!

¡Qué delicadas nubes se encendían 
y qué irisadas aguas! 
El mundo era el sonido 
y en mi interior sonaba.
( Primavera de la muerte ,1946) 

YO IBA CONTIGO
Yo iba contigo. Tú con tristes ojos 
parecías la tarde en la mañana. 
Mi amor, al verte triste, atardecía. 
Atardecía, pero alboreaba.

Pues yo te quise más. Para alegrarte, 
la luz del mundo celebré más ancha. 
Y mi alma entonces exhaló el perfume 
agreste y fresco que madruga y canta.

Como el jilguero su garganta oprime 
en donde suena una experiencia humana, 
se escuchaban arrullos, liras, voces, 
atambores, venturas, violas, arpas.

Y el mundo era el sonido no vivido 
que en mi interior vivía y resonaba.

(Primavera de la muerte,1946) 


 SUBIDA AL AMOR

Mira los aires, alma solitaria, 
alma triste que sola vas gimiendo. 
Asciende, sube. Amor te espera. 
La cima es alta. Escaso, el aparejo.

Aleteante, temblorosa y blanca, 
te veo subir con retenido esfuerzo. 
Hoy llega el sol donde hasta ayer la luna. 
Llega la luna donde ayer el cierzo.

Al fin la vida con la luz se aclara. 
Al fin la muerte con la luz ya se muerto. 
¡Cantan las cumbres y los valles! ¡Cantan 
los siempre vivos a los nunca muertos!

Cara con cara junto a Dios, escuchas 
vibrar los aires y vivir los sueños. 
Vida con vida, luz con luz amada, 
y cielo, humano, en el amor, con Cielo.

Bajar la luz de amor, la luz de vida 
lenta en los aires minuciosos siento. 
Fundida luz de Dios con luz del alma. 
Qué claridad de pronto. Qué silencio.

 (Subida al amor,1945)