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Recital de poemas de José Agustin Goytisolo

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jueves, 29 de septiembre de 2016

EUGENIO DE MORA

Eugenio de Nora

Eugenio de Nora, nacido en Zacos (Léon), en 1923, es un poeta y crítico literario español de la generación de la posguerra, considerado un significativo representante de la poesía social española entre 1940 y 1960.

Por su temprana vocación poética, cursó estudios de Filología Hispánica, en la que se licenció en la Universidad de Madrid, en la que, posteriormente, se doctoró.

Anteriormente había fundado, en 1944, la revista de poesía comprometida Espadaña,junto con Antonio González de Lama y Victoriano Crémer. Dicha publicación defendía una poesía de carácter social en oposición al clasicismo y “garcilanismo” de algunos poetas de la posguerra.

Entre 1945 y 1955 publicó la mayor parte de su obra poética: "Cantos al destino" (1945), su primer poemario que es una obra de tono unamuniano en la que hace una profunda reflexión sobre la condición humana. Le sigue Pueblo cautivo (1945-46) publicado de forma anónima, pues contiene una incisiva crítica del franquismo, poemario que inicia la poesía testimonial y de denuncia que, después, continuarán las obras de Gabriel Celaya o Blas de Otero. Les siguen títulos como "Amor prometido"(1946), Contemplación del tiempo (1948), "Siempre" (1953)España. pasión de vida (1953).

Además de sus obras publicadas, seguía colaborando en diversas revistas poéticas de la posguerra española como Cisneros o Corcel. En 1953 le conceden el Premio Juan Boscán de poesía, de gran significado en esa época.

Se trasladó a Suiza, en 1960, para ejercer como catedrático y jefe de estudios de español de la Universidad de Berna de dicho país.

Después de un largo silencio que duró hasta 1975, publica una amplia antología de su obra poética titulada "Poesía" (1939-1964), en la que estaba incluida el poemario todavía inédito "Angulares", que ofrece los poemas escritos entre los años 1955 y 1964.

Es autor, también, de un estudio en tres volúmenes sobre la novela española de posguerra que lleva el titulo "La novela española contemporánea" (1958-62), inspirado en los postulados del realismo social.

Eugeniode Nora, desde sus inicios, creó una poesía social comprometida políticamente que fue llamada "poesía desarraigada" por el poeta y académico Dámaso Alonso. De esa corriente poética fue el máximo exponente su poemario "España, pasión de vida", de 1953, obra en la que se advierten influencias de la llamada Generación del 98 y del movimiento regeneracionista.

A pesar de que su poesía estaba impregnada de la corriente social, Nora fue también autor de poemas en los que los temas a tratar son eminentemente humanos y fuera de toda ideología como es el amor, de lo que es muestra el poema inicial "Otra voz", de "Cantos al destino" (1945), en el que se comprueba el múltiple interés temático que tiene y que plasma en su obra poética, especialmente en la década de los 50. Amor, vida, muerte, el paso del tiempo y la búsqueda de trascendencia por el ser humano, son los grandes temas que aborda Eugenio de Nora; pero siempre desde un prisma elegíaco y desencantado, en el que el escepticismo juega un papel predominante que le inclina hacia el existencialismo.

La obra de este poeta ofrece, pues, dos aspectos fundamentales: por una parte la poesía de compromiso social, instalada en un tiempo determinado, al compás de la vida política del momento; y, por otro, la poesía que tiene como punto de atención el enigma del destino del ser humano, en el sentido existencial, de la que puede ser ejemplo el poemario "Contemplación del tiempo" (1948), aunque en esta obra existen también algunos poemas en los que habla de la Guerra Civil y los horrores y sufrimiento que provocó en el pueblo español.

Se puede afirmar que el tema más recurrente en la obra de Eugenio de Nora es su preocupación por la dimensión histórica de un pueblo, el español, y su interés por la cuestión política de tanta importancia en la vida no sólo de un pueblo, sino de cada individuo que lo compone.

España, como palabra, se convierte en su obra en un referente continuo que utiliza constantemente y casi de forma obsesiva y que supera, en su uso, su mera utilización exclamativa o interrogativa como recurso retórico.

Es de señalar que una de sus obras más valoradas es el ensayo "La novela española contemporánea 1898-1927" (1958).

Recibió el Premio Castilla y León de las Letras 2001.

a

Bibliografía de Eugenio de Nora

Obras publicadas:                                                                                                     
Eugenio de Nora


Amor prometido (Madrid, 1945 y Valladolid, 1946).

Cantos al Destino (Madrid, 1945).

Pueblo cautivo (1946).

Contemplación del tiempo (Madrid, 1948).

Siempre (Madrid, 1953).

España, pasión de vida (Barcelona, 1954). Premio de poesía «Boscán».

Poesía 1939-1964 (León 1975).

Angulares 1955-1964 (León, 1975).

No he de callar... Cantos civiles (Madrid, 1997).

Días y sueños 1939-1992 (Madrid, 1999).

Crítica literaria

La novela española contemporánea (Madrid, Gredos, 3 volúmenes, 1958-1962).


Poemas de Eugenio de Nora

Eugenio de Nora
POESÍA CONTEMPORÁNEA                                                                       

Medito a veces
en la triste materia de mi canto.
Bien sé que hay muchos, soñadores,
(como yo rodeados de desgracia y caminos)
por entre nubes blancas, con sus ángeles
abanicando tímidas
alas prerrafaelistas, lejos;
que quizá en el estío
cultivan la nostalgia de la lira imposible,
decoran las palabras, sumisas como rombos
de plaza pobre en farolillos
de verbena y papel colorín colorado…
Oh Dios, cómo desamo,
cómo escupo y desprecio
a esos cobardes, envenenadores,
vendedores de sueños, mientras ponen
sedas sobre la lepra, ilusión sobre engaños, iris
donde no hay más que secas piedras.
Esclavos, menos
aún, bufones esclavos.
Malditos una y siete veces,
en nombre de la vida, aunque juren que aumentan
la belleza del mundo; en verdad,
la belleza del mundo no precisa
ser aumentada ni disminuida
con sus telas. Lo que necesitamos
es una luz, es un desnudo brazo
que señale las cosas. La poesía es eso:
gesto, mirada, abrazo
de amor a la verdad profunda.
Ay, ay, lo que yo canto
miradlo en torno y despertad: alerta.
Ahí están, reunidos
en sociedad devoratoria y número.
(Llamar bestia asesina
al que, como el pesado
elefante del sátrapa
hunde la pata hasta estrujar el rostro
que niega; ladrón vil
al emplumado grajo de cadáveres;
canalla al miserable…
acaso sepa a música
derrotada, a lamento
débil. A lo que no queremos.)
Pero nombrar no es sueño.
No sigáis las palabras. Contra ellos
yo canto hombres que tienen las titánicas caras
talladas como a látigo: sonríen
al dolor, pero miran
al sol, y aprietan
los firmes dientes.
Y ya acabo.
(Esto no es un poema; son palabras
apretadas también, con saña.) Adiós. Es tiempo
de no plantar rosales. ¡Acordaos!

(España, pasión de vida, 1954)

CARMEN DE LA VOZ MÁS PURA
¡Maravillosos pájaros del alba!
Los musicales ramos
del aire, quietos. ¿Para quién
cantamos?
…Decís el cielo, lejana rosa
y violeta; en lo alto,
es azul, tiempo. ¿Para quién
cantamos?
La primavera secará sus flores.
cuando el amor vuele en el viento, el tallo
estará roto. ¿Para quién
cantamos?
¡Música dulce, oh voz de madrugada!
No he conocido lo que amo;
pero yo canto con vosotros,
¡maravillosos pájaros!
(Siempre, 1953)

CARMEN DEL ÉXTASIS

Distraída del mundo; más, lejana
como un vuelo de pájaros, tú existes
donde el silencio empieza, donde el alma.

Donde las avenidas, misteriosas
de árboles altos y de sombra extraña
nos llevan a la pena más hermosa;
donde la noche llora, constelada
frente a sí misma, porque todo es poco,

porque los mundos brillan en la nada,
como nosotros, donde la belleza
suspende el tiempo; donde canta
mi voz más sola; en mi reducto último,
allí estás tú, silencio, alma.

Alza los ojos, tienes la cabeza
de una imposible luz aureolada;
quieres, querrías, pero no te sientes,
porqué eres sólo noche, noche clara.

¡Ah, dame ese silencio, rompe
esta belleza que nos mata!
Y en tu infinita noche, álcese
un viento dulce, despertando ramas.

(Siempre, 1953)

POESÍA

Bajo el alba,
entre rosas extasiadas,
salí camino del cielo,
para ver si te encontraba.

Para ver si te encontraba,
y tú, mi vida, no estabas.
Tú no estabas. Entre rosas,
llamándote, bajo el alba.

Hallé rosas de la aurora
venciendo mares de sombra.
Miré rosas de la tierra,
erguidas porque las quieran,
las besen.
Cántico del sol que muere,
vi las rosas del poniente.
Los ángeles las regalan.

Y tú, mi vida, no estabas.
Rosa de nadie, ignorada.
Tú, que te harás porque si,
y sin servir para nada.

De tu perfección avara,
purísima, alma del alma,
rosa bella, sin motivo,
oh, poesía mía, increada.

os niños, muchos niños, piden techo,
lloran alma, tiritan sin rencor.
Acaso está lloviendo, acaso hubo
la naranja que no alcanzó su mano,
o el frío, o las muchísimas estampas
que no vieron jamás. O los zapatos
que están rotos...

La letra jota de jugar, jardín,
las letras de alegría que arden solas,
¿dónde yacen? Quisiéramos saber...

Los niños quieren recobrar su edad.

Una concha y un pan, un monigote,
bastan, mas ¿dónde están? No veo el rostro
de esos niños debajo de su cara:
veo un disfraz registrador que suma
tiempo, y tiempo de adultos, tiempo y duelo,
dolor y hasta un final. ..que escaparíamos, oh Dios,
qué hacer, qué haríamos, esto
es demasiado, esto no puede ser!
Nosotros, antes, indudable, muchos
ya no tuvimos casi juventud; había
sin Instituto tanto que aprender,
tanto que ver en serio, ojos redondos;
y además qué más da, si era estupendo
vivir ya de verdad. ..Cumplidos hombres
de doce años entonces... Nos mataron
al muchacho. Fue triste, pero un niño
está siempre en nosotros.
Esto ahora...
Qué extraña la vejez si no hubo vida.
Qué edad terrible, adulta sin edad.
¡Qué hacer, digo; qué hacer! Rebotan, vuelven,
aun con rumor de guerra, tierno César
Vallejo, las palabras de aquel llanto:
¡Ah! iDesgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer!
Mucho, mucho, ¡así es!

("España, pasión de vida" 1945-1950)

CANTO AL DEMONIO DE LA SANGRE

Una vez más tu látigo de fuego,
¡déspota de la sangre! , y adelante.
Tu música brutal de mar furioso
que el mundo toca, ¡y adelante!
¡Oh Capitán! Tú sabes que en la sombra
velé y velé mi guardia, cada noche,
y que nunca cedí. Que el medio día
no sonó a calma para mí. Que siempre
que tu voz me llamó, presente estuve,
pronto a mí guerra. Que la primavera,
rosa o mujer, no adormeció mi anhelo:
tú sabes, Capitán, que el mundo es breve
para tu voz Y para mi destino.

Y, por eso quizá...

Es madrugada,
Y un divino claror inunda el aire:
era violeta, es rosa. .., dime, dime,
¿dónde está lo que fue, quién lo sostiene?
Yo miro los colores que suceden
en el aire sereno, ahora que salgo
vencedor de la noche. ¡Alerta, alerta!
Miro el matiz aquél: oro entre rosa,
y siento así temblar mi vida leve.
Mi Capitán, mi espléndido Tirano,
¿cuál es tu voz; serás cuando yo huya?
¿O eres quizá inmortal?...
Pero tu sangre
es mi sangre, tu voz mi voz, tu impulso
es sólo mi apetencia.
Y yo he de irme.
Lo sé, bien sé: como el dolor violado
abandona esa tenue, tenue nube,
como el agua que fluye entre los juncos,
o el racismo cumplido en el otoño...
Un día me iré. ¿Cuál es nuestro destino?

¡Oh Déspota, tú apremias el mandato,
tu alto azote de mar, tu ardiente tralla!
¡Hay cumbres a escalar en donde el viento
ciñe de gloria la irradiante frente!
¡Guerras en que esgrimir, como una espada,
la voluntad de amar a hachazos ciegos!
¡Apetencia de ser! ¡Amor! ¡Los labios
aún vírgenes al beso donde el rojo
no es color, sino vida! ¡Criaturas
de belleza mortal! ¡Perenne gloria!
¡Ser! ¡Y ser más!
Tu látigo, Tirano,
restalle bien. Eso es la vida. ¡Sigue!

Pero luchar, amar, poseer la gloria,
¿es madurar el hombre hacia lo eterno?
¡No es vida, mi Demonio, lo que pido;
quiero inmortalidad y permanencia!
¡No! Sólo a Dios, a Ti, mi Dios oculto,
mi silencioso Dios, es a quien quiero,
¡Tú, mi Libertador!

Nunca el tirano
restallaría su látigo en mi sangre
si ella creyera en Ti como yo creo.
Pero la sangre es monte y viento y mar,
es loba, o savia de la tierra ardiente,
y ama su carne, mi Señor, la forma
que el tiempo nutre, la belleza vana.
Más Tú lo sabes, Dios. Que no te olvido,
que a tu gloria combato. Que si amo
a mi sangre, a las dulces criaturas
que, de sangre también, hacen tu mundo,
es por tuyas, mi Dios. Dame el destino
de confiar en Ti, y cuanto haga
según mi sangre mientras dure el tiempo,
en tu gracia florezca.
¡Entonces llega,
oh Capitán de fuego, y nunca cese
tu mandato imperioso, y mi batalla!
Quiero creer, ¡También la vida es santa!
Y aunque vano es el mundo y sus criaturas,
y es Dios quien quiero que jamás me olvide,
¡Déspota, ordena! Y que mi amor disperso
me dé inmortalidad y permanencia.

("España, pasión de vida" 1945-1950)

TESTIMONIO

El silencio pesado,
la música, y el tiempo que hace ahí fuera,
la gente de las calles con uniforme o luto,
las cicatrices que miro en tantas almas,
el sol rojizo iluminando cárceles,
ruinas, y ciertos muros, ah, ciertos terraplenes
en los que se incrustaron balas tibias con sangre,
con sorpresas de sangre visitada de pronto;
las condecoraciones, las banderas,
los hombres más providenciales, y los menos,
las noticias que no traen los periódicos,
y las otras interminables, infantiles,
anonadantes cosas de diferente especie,
me sitúan en mí, sin libertad posible,
como una oruga entre batallas:
no hay ojos, pies o manos,
palabras, violines,
con los que ver, tocar, pisar en firme,
escuchar un latido
al combatido corazón de la vida,
sostenerse en el lomo de ballena furiosa
que revuelve estas cosas que pasan.
Yo bien quisiera
hablar con voz más pura de la luna y las flores,
o descifrar en versos mágicos
el color de los ojos de la mujer que amo:
pero ahí está lo otro
un oleaje, una salva de aplausos y disparos,
el mar ronco por las calles.
Yo fui aquél que silenciosamente
besa las rosas y contempla el cielo:
Pero ahí están los años enemigos,
tupidos de odio, abiertos como heridas,
desfallecidos de belleza amarga.
¡Aquí está el alma llena de cadenas,
el ciego sol sobre la mar sin nadie,
tanda espada de música en mi pecho!
Mirad la gente consumiendo vida:
el que trabaja, el que digiere en calma,
el que afila las armas, el que escupe;
todo lo dicho y más interminable.
Y entre tantos oficios yo soy aquel que mira,
aquel de quien se pide que atestigüe y declare.
(Pueblo cautivo, 1946)

OTRA VOZ

Durante tiempo y tiempo,
mirando a las estrellas, entre dulces muchachas,
flores azules, pájaros de colores,
y otras circunstancias así de tiernas y conmovedoras,
el poeta fue como un erguido girasol celeste,
deslumbrado en el vivo resplandor
de la lejana e impasible belleza.
Durante días y noches
tendió siempre a lo alto, clamó hacia lo imposible,
y se arrancó jirones de aquel manto divino,
cuidó bien esconderlos, como en un cofre repujado y hermético,
inviolables a fuerzas de espadas,
en artísticas rimas, en símbolos e imágenes
inaccesibles a la profanación bestial de las sedientas multitudes.
Mientras crujía espeso el huracán,
o caía, caía con suavidad la hermosa nieve,
tras los tibios cristales el poeta buscó algo que adecuar a su alma;
o en los atardeceres calurosos, de invencible pereza,
entonces, cuando los segadores encallecen las manos frente al trigo,
soñó quizás en los ojos oscuros
de mujeres que existen en islas del Océano.
Sí. Ciego, cruel, extático, su infantil mano puede
que alguna piedra avara y mágica, arrancara
de la profunda mina, algún tesoro inviolado.
¡Ciego! Sin oír, sin ver la Tierra,
poblada, sudorosa de hombres que ríen o sufren,
de tremendas criaturas amorosas o hambrientas,
injustas, criminales, o fracasadas, solas.
…Durante mucho tiempo. Hasta que un día,
la desnuda presencia de la muerte, de pronto,
abrió sus ojos.
¡Oh muerte bienhechora,
certidumbre única, luz bella y verdadera entre sueños que huyen!
¿Qué sería la vida si tu vino precioso
no infundiera valor, no le diera
rigidez de ya eterno
a cada fugitivo instante? ¡No, ya nunca,
nunca más, aterido por el claro lunar,
por el gentil atardecer o el majestuoso firmamento,
olvidará el poeta, rechazará a sus vivos y a sus muertos!
Abrió los ojos y vio al mundo terrible
de los hombres de carne, sólo eso:
dolor frente a la muerta.
Puesto que vano, vano, fútil y sin destino
es todo lo que fuera del hombre sucede, aunque la sombra
arrincone en lo anónimo tantas vidas oscuras:
¡Oh poeta, esclarece el Destino!
Húndete, arraiga hondo,
con los ojos abiertos, con el alma fundida
en la sangre, el anhelo, y la voz de los hombres.
Con la voz de los muertos,
y de todos aquellos que en silencio agonizan,
y de cuantos por siglos morirán sin hablar.

(Cantos al destino, 1945)

UN DEBER DE ALEGRÍA

¿Yo fui triste?
En la noche
siento que avanza el mundo como el amor de un
cuerpo,
como la pobre vida, combatida y cansada,
aún encuentra en la noche la ceguedad del cuerpo,
la ternura del cuerpo
queriéndose, buscando
en quién querer, con manos
deslumbradas y humanas.

Todavía, mientras dura la noche,
mientras la soledad, tan tuya,
y la inmensa tristeza, sedienta y sin sosiego
de los que multiplican tu soledad en mundo
funden -Eugenio, España- una tiniebla sola,
todavía
algo queda en el alma, y si aprietas los ojos
por despertar, por no creer la sombra,
aún fragmentos de aurora la sangre te daría.

Cuando la pobre gente de nuestro pueblo llega
del sudor y del polvo, del trabajo vendido
con el alma cerrada, cuando
llega y encuentra el día que se acaba temblando
en la lumbre cocida y alimenticia, llega
y cae, la pobre gente oscura,
derribada en las sillas; y encuentra la sonrisa
todavía, la hermosa, prodigiosa sonrisa
-si hay algo prodigioso- del viviente que tiene
aún no lo necesario;
entonces, duramente,
algo en mí se incorpora, y siento, sin remedio,
un deber de alegría.

No hay fatiga. Nosotros
excedemos el tiempo. La estatua congelada
detenida en las calles, nosotros estrechamos
su mano y la fundimos.
Ellos, ellos,
quienes casi no viven, y esperan, me lo dicen,
y yo puedo escucharlo.

Nunca sueña quien ama, nunca
está solo. La pujanza es idéntica.
De la rosa ofrecida
al amor, a la piedra
fijada con amor, a las balas
hundidas y enseñadas
por amor, todo avanza
y edifica. ¡Despierta!

Y enemigo, expulsado de la tristeza, siento
cómo la aurora iza su bandera rociada.

("Cantos al destino" 1945)

ÚLTIMO SUEÑO 


Aquí hubo un hombre. Aquí, sobre este borde mismo,
yo vi su chorro erguido cesar, caer de pronto.
En esta misma esquina del tiempo estaba, estuvo.
Pero aquí ya no hay nadie. El silencio y mi llanto.

Yo miré con fijeza los ojos que aún brillaban
en el borde. Y me dieron su secreto de pronto.
Despertaba, aquel hombre. Había dormido mucho,
en un profundo ensueño semejante a la vida.

Lo recordaba todo como un largo viaje:
había tibios valles, grandes y frías lunas,
o estrellas perfumadas de azahares y almendros;
y agua entre guijas, dulce, donde posar los labios.

Otras veces el viento se ceñía con ansia
sorbiendo tristes hojas amarillas; la lluvia
que desnuda y empapa lo viviente, caía.
Mas la belleza hiere, deja el dolor, y huye.

Y los hombres... Pasaban, más veloces que el mundo.
Cruzaban sin mirarse. Corrían de prisa, ciegos,
brutalmente asediados por fábricas, o barcos,
o un olor repentino a dura hembra mojada.

¡Cómo tus tristes muros, soledad, levantaste!
Sólo antes, cuando el niño fue pétalo en la aurora,
oh fuente del ser, clara, la madre remotísima
dio amor, beso que aún dura, separación aún viva.

Sólo alguna vez, luego, fugaces, unos ojos
que dulcemente hicieran recordar los primeros.
...¡Oh triste, triste sueño! La soledad por siempre,
y ahora que ya despierto, que como niebla olvido...

Porque todo fue sueño, porque despierto y miro
la luz, la luz. He sido. jPorque ya nada quiero!
Porque hace tres mil años que tú me acariciabas,
jmimosa, honda, vacía!, para que me despierte...

Como dormidos viven los hombres. No lo saben.
¡Yo acuso, yo golpeo, yo clamo! Aquí fue un hombre.
Antes de tres mil años otro vendrá: ¡miradlo!
Mirad. Este es el borde. Nadie responde aquí.


ELEGÍA A LA BELLEZA EXTERIOR 

Quiero cantarte hoy, amor mío,
con voz de cielo bajo el agua.
Tú me estás arrancando con la vida
esta canción, ay, ésta, la más tierna y amarga.

Tú me estás enseñando con la vida
un paraíso de rosas y manzanas;
por tu mirada niña y tu voz sola
la primavera más antigua canta.

Aquí me tienes queriéndote tanto,
llorándote como una flor sin alas,
porque te vi, y ya no podré quejarme
si no encontré lo que buscaba.

¡Yo te busqué! Pedí al mundo y al sueño
una forma que me expresara,
y anhelé, sobre todas las cosas,
conocer la verdad de mi alma.

¿No existe nada, amor, que nos exprese?
¿Tu eres también también desesperanza?
Aquí estoy otra vez sin respuesta
mientras todo es tránsito y sueño y distancia.

Pero ya no podré quejarme
aunque me cieguen la mirada.
He visto en ti lo deseado
bajo la luz de la esperanza.

Ya te miré. No sólo el cielo
de lejanía inviolada,
el misterioso país de las formas
que enseñan ensueño y distancia.

No sólo ángeles y diosas
en la niebla azul de la fábula.
¡Sino también lo bello aquí,
la tierra hermosa y su abundancia!

Cada vez que la vida agita
como una brisa la pradera mágica,
miro pasar la belleza sangrando
música y besos y palabras;

entonces, amor mío, llega
la primavera casi extenuada,
y hace nidos en tus cabellos
para mis palomas y palmas;

entonces, amor mío, entonces,
todo en el mundo se prepara
para cobijarse en tus ojos
como un anillo en el fondo del agua

y surgen vivas en tu boca
todas las flores que esperaban.
¡Oh, noche de mi corazón
llena de pájaros que cantan!

¿Quién no querrá llorar de fuego
amordazado por mil guitarras?
¡Amor! ¿Quién no te verá entonces
durmiendo en brazos de la nada?

Cuando dos horas de flor joven
van a juntarse o se separan,
cuando la última pared se rompe,
nos asomamos otra vez al alma.

Hemos llegado ya a la cima,
desdoloridos y sin ansia.
Pero esperamos descanso y respuesta
y vemos sólo otra vez distancia.

Aquí me tienes aún mirándote,
soñándote con la nostalgia
de no haberte visto en la vida.
Aquí tienes mi herida esperanza.

¡Ese soy, sobre nuestra muerte!
¡Roto en la luz de tu mirada!
¡Llorando, soñando por ver
a través de tu forma mi alma!

Voy a sentarme junto al río,
y miraré pasar el agua.
Te vi. Ay, de mí. No diré
que no encontré lo que buscaba.

Y, POR ESO QUIZA 

Es madrugada,
Y un divino claror inunda el aire:
era violeta, es rosa. .., dime, dime,
¿dónde está lo que fue, quién lo sostiene?
Yo miro los colores que suceden
en el aire sereno, ahora que salgo
vencedor de la noche. ¡Alerta, alerta!
Miro el matiz aquél: oro entre rosa,
y siento así temblar mi vida leve.
Mi Capitán, mi espléndido Tirano,
¿cuál es tu voz; serás cuando yo huya?
¿O eres quizá inmortal?...
Pero tu sangre
es mi sangre, tu voz mi voz, tu impulso
es sólo mi apetencia.
Y yo he de irme.
Lo sé, bien sé: como el dolor violado
abandona esa tenue, tenue nube,
como el agua que fluye entre los juncos,
o el racismo cumplido en el otoño...
Un día me iré. ¿Cuál es nuestro destino?

¡Oh Déspota, tú apremias el mandato,
tu alto azote de mar, tu ardiente tralla!
¡Hay cumbres a escalar en donde el viento
ciñe de gloria la irradiante frente!
¡Guerras en que esgrimir, como una espada,
la voluntad de amar a hachazos ciegos!
¡Apetencia de ser! ¡Amor! ¡Los labios
aún vírgenes al beso donde el rojo
no es color, sino vida! ¡Criaturas
de belleza mortal! ¡Perenne gloria!
¡Ser! ¡Y ser más!
Tu látigo, Tirano,
restalle bien. Eso es la vida. ¡Sigue!

Pero luchar, amar, poseer la gloria,
¿es madurar el hombre hacia lo eterno?
¡No es vida, mi Demonio, lo que pido;
quiero inmortalidad y permanencia!
¡No! Sólo a Dios, a Ti, mi Dios oculto,
mi silencioso Dios, es a quien quiero,
¡Tú, mi Libertador!

Nunca el tirano
restallaría su látigo en mi sangre
si ella creyera en Ti como yo creo.
Pero la sangre es monte y viento y mar,
es loba, o savia de la tierra ardiente,
y ama su carne, mi Señor, la forma
que el tiempo nutre, la belleza vana.
Más Tú lo sabes, Dios. Que no te olvido,
que a tu gloria combato. Que si amo
a mi sangre, a las dulces criaturas
que, de sangre también, hacen tu mundo,
es por tuyas, mi Dios. Dame el destino
de confiar en Ti, y cuanto haga
según mi sangre mientras dure el tiempo,
en tu gracia florezca.
¡Entonces llega,
oh Capitán de fuego, y nunca cese
tu mandato imperioso, y mi batalla!
Quiero creer, ¡También la vida es santa!
Y aunque vano es el mundo y sus criaturas,
y es Dios quien quiero que jamás me olvide,
¡Déspota, ordena! Y que mi amor disperso
me dé inmortalidad y permanencia.

FUTURO ENVEJECIDO 

Los niños, muchos niños, piden techo,
lloran alma, tiritan sin rencor.
Acaso está lloviendo, acaso hubo
la naranja que no alcanzó su mano,
o el frío, o las muchísimas estampas
que no vieron jamás. O los zapatos
que están rotos...

La letra jota de jugar, jardín,
las letras de alegría que arden solas,
¿dónde yacen? Quisiéramos saber...

Los niños quieren recobrar su edad.

Una concha y un pan, un monigote,
bastan, mas ¿dónde están? No veo el rostro
de esos niños debajo de su cara:
veo un disfraz registrador que suma
tiempo, y tiempo de adultos, tiempo y duelo,
dolor y hasta un final. ..que escaparíamos, oh Dios,
qué hacer, qué haríamos, esto
es demasiado, esto no puede ser!
Nosotros, antes, indudable, muchos
ya no tuvimos casi juventud; había
sin Instituto tanto que aprender,
tanto que ver en serio, ojos redondos;
y además qué más da, si era estupendo
vivir ya de verdad. ..Cumplidos hombres
de doce años entonces... Nos mataron
al muchacho. Fue triste, pero un niño
está siempre en nosotros.
Esto ahora...
Qué extraña la vejez si no hubo vida.
Qué edad terrible, adulta sin edad.
¡Qué hacer, digo; qué hacer! Rebotan, vuelven,
aun con rumor de guerra, tierno César
Vallejo, las palabras de aquel llanto:
¡Ah! iDesgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer!
Mucho, mucho, ¡así es!