(de El corazón y la
tierra, 1946)
Estoy
solo en el campo. El mundo está vacío
sin
ti. Yo palpo, triste, la soledad del cielo...,
dejo
mi alma lenta que se la lleve el río,
que un
pájaro se lleve mi corazón en vuelo.
La
soledad, la ausencia, concrétanse en la roca,
y el
silencio se expande como niebla en mis venas;
el
campo me parece la ofrenda de tu boca
y
acaricio tu piel si toco las arenas.
Estoy
solo en el campo, sin ti, de Talavera.
Oigo
por este árbol crecer tu sangre amada,
subir
hasta los cielos, colmar la primavera,
mientras
me sienta ausencia, suspiro.,viento, nada.
GATO
NEGRO EN EL PASEO DE LAS DELICIAS
(de
Prado de serpientes, 1982)
Es
hermoso este gato de color de paraguas
mojado
por la lluvia.
Miro
su desamparo en medio de la calle,
miro
su islita negra de terror y de asombro.
Podría
tocar la noche y su silencio
si
acercase mi mano a su congoja,
sentir
entre mis dedos la esperanza de alguien
o
quizás a Dios mismo
clamando
en este gato,
en
este miedo oscuro,
en
este gran olvido de los hombres.
LAS AMANTES VIEJAS
( de
Los desterrados (1947)
¡Ay,
carne de destierro, ayer amante,
reseca
carne vieja y apagada,
recuerdo
ya del tiempo caminante,
desierto
de ilusión, rama tronchada,
flor
de la ausencia pálida y constante!
¿En
dónde aquella luz de la mirada
escondió
su fulgor y su hermosura?
Acaso
boga ya, deshabitada,
por un
cielo lejano, dulce y pura,
perdida,
amor, herida y olvidada.
¡Ay,
los pechos de nieve, casi vuelo,
de
suave vientecillo y de manzana,
montecillos
de amor, temblor de cielo!...
Como
mis flores muertas en la vana
ausencia
caen para buscar el suelo.
¿En
dónde está la púrpura templada
de
aquellos labios de mojado fuego?
Entró
en ellos la noche despiadada
y todo
lo dejó desierto y ciego,
todo
destierro y sombra de la nada.
OCASO
EN EL PARQUE
(de La
máscara y los dientes (1958) (1962) Segunda parte)
La
tarde iba cayendo. Lentamente,
como
se alacia un fruto de dorada
piel
sensitiva, silenciosa y pura
la luz
palidecía y se mustiaba.
Con
tímida ternura se afligía
sobre
el aire doliente, sobre el agua
que
antes brillaba con metal, con ira,
con
súbitos cuchillos que pasaban...
Por la
verde arboleda, entre el ramaje,
en un
pálido adiós se deslizaba
y en
el extremo de las ramas puras
era
una pena dolorida y clara.
En la
arena del parque, sobre el césped,
las
fugitivas sombras se alargaban
leves
y dulces, pálidas, confusas
en
busca de la noche, hacia su nada.
La
furia del color, su poderosa
plenitud
virginal se sosegaba.
Ya el
gran mineral, el rojo altivo,
el
azul sideral y el escarlata
de
hiriente dentellada vengativa
tenuemente
cansados replegaban
sus
grandes alas silenciosas, puras,
abatidas,
serenas, derrotadas.
Los
tiernos amarillos se extinguían
y era
un suspiro fugitivo el malva,
lo
gris iba creciendo, oscureciendo,
adensando
negror entre las ramas.
Las
sombras se fundían. Ya la noche
entre
la yerba humilde se ocultaba,
se
hundía entre las cosas; quedamente
invadía
los huecos suave y mansa
y
luego, sigilosa, se extendía,
caía
sobre el mundo. Era una garra
que en
el aire se hundía, que en la tierra,
lenta,
implacable, firme se adentraba.
Pero
la vida viva proseguía,
pero
la vida viva levantaba
en
medio de la sombra, de la noche
surtidores
de sangre, de palabras,
dientes
y risas, besos, corazones,
arracimada
furia, plural ansia;
surgía
entre las uñas de la sombra,
brotaba
incontenible como un agua,
surgía
por la boca y por los ojos
de la
nocturna y planetaria máscara.
Allí
estaba la vida, sí.
Era
una densa palpitación,
una
gozosa presencia interminable,
una
gran eclosión germinal,
una
gran plenitud bajo la noche,
un
inmenso ramaje desplegado,
unas
alas abiertas, unas ciegas raíces
bajando
febricentes
hasta
el profundo secreto seminal,
hasta
el latente y puro corazón genesiaco.
PALABRAS
(Prado
de serpientes, 1982)
Yo fui
quedando en mis palabras,
en su
temblor incierto,
en su
silábico latido,
en su
perpetuo congregarse en sueños,
en sus
cansadas caravanas perdidas.
Yo
surgí de sus pétalos caídos,
de sus
alas efímeras,
fugaces
en el aire.
Yo
edifiqué mi vida en otras vidas,
penetré
en la memoria y en el tiempo
palabra
tras palabra,
ceniza
tras ceniza,
aire
tan sólo que al aire pertenece.
Yo
edifiqué mi vida en el olvido.
UNA
MANO DE NIEBLA TEMEROSA
Una
mano de niebla temerosa
llega
a tu corazón doliente y fría,
y
aprieta lentamente, como haría
el
aire más sereno con la rosa.
Su
dulce sombra, mansa y silenciosa,
sube a
tus ojos su melancolía,
apagando
tu dura valentía
en la
pálida arena rumorosa.
La
dura pesadumbre de la espada
no
permite siquiera tu mugido:
poderosa
y tenaz está clavada.
Tú ves
cerca de ti a quien te ha herido
y
tiendes tu mirada sosegada
sin
comprender, ¡oh toro!, cómo ha sido.
UNA
MANO DE NIEBLA TEMEROSA
(de Poemas del toro y otros versos,
1940-1941-1949)
Una
mano de niebla temerosa
llega
a tu corazón doliente y fría,
y
aprieta lentamente, como haría
el
aire más sereno con la rosa.
Su
dulce sombra, mansa y silenciosa,
sube a
tus ojos su melancolía,
apagando
tu dura valentía
en la
pálida arena rumorosa.
La
dura pesadumbre de la espada
no
permite siquiera tu mugido:
poderosa
y tenaz está clavada.
Tú ves
cerca de ti a quien te ha herido
y
tiendes tu mirada sosegada
sin
comprender, ¡oh toro!, cómo ha sido.
CÁNTICO
DOLOROSO AL CUBO DE LA BASURA
(de
Canción sobre el asfalto , 1954)
Tu
curva humilde, forma silenciosa,
le
pone un triste anillo a la basura.
En ti
se hizo redonda la ternura,
se
hizo redonda, suave y dolorosa.
Cada
cosa que encierras, cada cosa
tuvo
esplendor, acaso hasta hermosura.
Aquí
de una naranja se aventura
la
herida piel silente y penumbrosa.
Aquí
de una manzana verde y fría
un
resto llora zumo delicado
entre
un polvo que nubla su agonía.
Oh,
viejo cubo sucio y resignado,
desde
tu corazón la pena envía
el
llanto de lo humilde y lo olvidado.
A LA RUEDA DE UN CARRO
(de Canción sobre el asfalto,1954)
Tristemente,
las ruedas van hundiendo en el barro
su
gemido incansable, monocorde, doliente, lagrimones
de
cieno se desprenden temblando,
desplomándose
suaves, silenciosos y lentos,
dulcemente
redondos, tiernamente pausados.
Aquí
en esta madera, que se queja cansada,
cantaron
jubilosos, espléndidos, los pájaros,
y las
ramitas tiernas con su verde ventura
temblaron
mansamente bajo el viento de mayo.
Redonda
va la pena, redonda va la muerte,
redonda
va la rueda, torpemente girando…
Y
sobre el carro, lento, cargado de verduras,
un
mocetón alegre no sé qué va cantando.
A UN
ESQUELETO DE MUCHACHA
(El
corazón y la tierra (1946)
Homenaje a Lope de Vega
En
esta frente, Dios, en esta frente
hubo
un clamor de sangre rumorosa,
y
aquí, en esta oquedad, se abrió la rosa
de una
fugaz mejilla adolescente.
Aquí
el pecho sutil dio su naciente
gracia
de flor incierta y venturosa,
y aquí
surgió la mano, deliciosa
primicia
de este brazo inexistente.
Aquí
el cuello de garza sostenía
la
alada soledad de la cabeza,
y aquí
el cabello undoso se vertía.
Y
aquí, en redonda y cálida pereza,
el
cauce de la pierna se extendía
para
hallar por el pie la ligereza.
OCASO
(de El
corazón y la tierra, 1946)
Yo
estaba junto a ti, calladamente
se
abrasaba el paisaje en el ocaso
y era
de fuego el corazón del mundo
en el
silencio cálido del campo.
Un no
sé qué secreto, sordo, ciego,
me
colmaba de amor; yo, ensimismado,
estaba
fijo en ti, no comprendiendo
el
profundo misterio de tus labios.
Puse
mi boca en su insistencia pura
con un
temblor casi de luz, de pájaro,
y vi
el paisaje convertirse en ala
y
arder mi frente contra el cielo alto.
¡Ay
locura de amor!, ya todo estaba
en
vuelo y en caricia trasformado….
Todo
era bello, venturoso, abierto…
Y el
aire ya tornose casi humano.
PAISAJE
(de
Poemas del toro y otros versos (1940-1941-1949)
Qué
silencio tan grande el de este campo,
qué
vastas y dormidas soledades,
qué
inmensidad vacía,
qué
tremenda tristeza derramada por los aires,
la
sierra se derrumba lentamente
sobre
la mansa angustia de los valles
que
elevan puros, asombrados, ciegos,
el
encendido grito de los árboles,
el
cielo es plomo gris que se derrumba
sobre
el pavor silente del paisaje,
es un
inmenso buitre hambriento y sordo,
un
infinito dios amenazante.
EN UNA TARDE DE DESENGAÑO Y PENA
(de Poemas del toro y otros versos,
1940-1941)-1949)
Soledad,
soledad late en mis venas.
Hay un
cielo vacío, indiferente,
y es
una ausencia et río y sus arenas
que
dora el sol lejano del poniente.
Todo
está solo: el corazón y el viento
a la
deriva van por la alameda.
Yo me
siento vacío, sólo siento
la
ausencia enorme que en mis venas queda.